Magazine

Desde la caverna

Publicado el 15 marzo 2013 por Jesus Andría González @creaactividad
Desde la cavernaMientras participaba esta mañana en un foro para "emprendedores" (nótese que entrecomilleo el término porque hoy tiende a confundirse deliberadamente al emprendedor con aquella persona que se ha quedado sin trabajo y que tiene la necesidad de buscarse una solución de autoempleo) donde se nos hacía entrega de unos diplomas por unos cursos de formación realizados y escuchaba, con paciencia, las declaraciones vanales y superficiales de las personalidades y cargos políticos que presentaban el evento, he vuelto a tener presente aquella idea -que tanto tiempo lleva rondándome la cabeza- acerca de lo poco que honramos en el siglo XXI a nuestros ancestros de las cavernas.

Trato de explicarme. Es bien conocido que uno de los grandes misterios aún no resuelto por la comunidad científica es el momento geológico y las circunstancias en las que se produjo la separación cognitiva del género Hommo del resto de los Australopithecus, algo que se debe a la dificultad de obtener huellas fósiles donde entrever el caracter de la actividad mental de estos homínidos. Se han tratado de establecer inferencias con antropomorfos modernos como el chimpancé pero, a pesar de las sorprendentes habilidades manipulativas de éstos animales, no podemos concederles los procesos cognitivos especializados, la intelegencia técnica ni la capacidad de abstracción y la creatividad propias del ser humano. En pocas palabras, los científicos no han conseguido encontrar (ni datar) el llamado 'eslabón perdido' en la cadena evolutiva que, en teoría, nos vincula filogenéticamente con los simios y los chimpacés.A mi juicio, merece la pena deternerse en este 'eslabón perdido' porque encierra los detalles evolutivos que han dado origen a la sofisticada inteligencia humana (tal y como la conocemos hoy). Steven Mithen, profesor de arqueología en la Universidad de Reading (Reino Unido), se inclina a pensar que es muy probable que los primeros indicios culturales del ser humano debieron de proceder no de una inteligencia técnica sino de una inteligencia general aplicada a toda clase de decisiones. Mithen propone que dicha inteligencia general se sustentaba en un pensamiento analógico, en ser capaz de comprender el entorno y de construir nuevo conocimiento a través de analogías, comparaciones entre conceptos o fenómenos que los hombres primitivos consideraban similares entre sí.  Así la evolución intelectual del ser humano se sustentó en sus orígenes en  un proceso consistente en extrapolar una estructura de razonamiento cognitivo, desde un dominio más fácil, conocido o cercano a otro dominio más complejo, desconocido o lejano con estructuras de planteamiento y de resolución equivalentes. Fue así como, según Mithen, nuestros ancestros desarrollaron los útiles y las herramientas por analogía con palos, trozos de piedras y conchas, su expresión artística a través de pinturas llenas de simbolismos y el lenguaje a través de la música y la danza (ya que Mithen afirma que el hombre de las cavernas cantaba y bailaba para comunicar y expresar sus estados anímicos).

En la actualidad, a casi nadie (salvo a aquellos que después mencionaré) se le escapa que esta forma de inteligencia primitiva tiene muchísima relación con lo que hoy denominamos creatividad e innovación. Si nos paramos a pensar, muchos de los inventos del ser humano presentan una tremenda analogía con aquello que nos rodean (helicóptero-colibrí, tanque-tortuga, aviones-pájaros, etc.), y esto es así porque las nuevas ideas surgen, de forma deliberada o inconsciente, cuando tomamos caminos paralelos a los conocidos que nos ofrecen visitar entornos o experiencias distintos a los tradicionales; cuando transitamos por terrenos poco frecuentados en la búsqueda de soluciones desacostumbradas; cuando aplicamos lo conocido para tratar de resolver problemas en los que nunca antes se habían utilizado, en definitiva, cuando comprendemos lo desconocido a través de lo conocidoHa sido así, a lo largo de nuestra existencia, como hemos pasado de tener una inteligencia general (poco especializada como decía Mithen) a una inteligencia técnica y diversificada, capaz de grandes logros científicos, tecnológicos, artísticos y humanísticos, y no al revés. A pesar de ello, son escasos los enfoques didácticos y pedagógicos que, en el ámbito escolar, académico o profesional, buscan desarrollar la inteligencia a través de un aprendizaje por analogías. Este tipo de enfoque docente tiene por objetivo que los/as estudiantes adquieran la capacidad de resolver un problema mediante "rodeos": en vez de atacarlo de frente se compara un problema o situación con otra cosa, tratando de poner en paralelo, mediante este mecanismo, unos hechos, unos conocimientos o unas disciplinas distintas. Se aborda el saber como un todo y no compartimentalizado, buscando desarrollar el pensamiento asociativo y divergente del que emanan las ideas creativas.

Y como si la historia no fuera con ellos, nuestros políticos y gobernantes, los encargados de gestionar e invertir el dinero en políticas educativas y de empleo, aparentan creer que el espíritu emprendedor, la creatividad y la innovación es algo que surge espontáneamente, por arte de magia o de unas cuantas (demasiadas) decenas de miles de euros mal gastadas en cursos que aportan poco más que carpetas llenas de apuntes con estupendos logotipos en la portada. Estos señores parecen desconocer que las personas que hoy acuden a estos programas para "emprendedores" son las víctimas de un sistema educativo que se ha especializado en atomizar y compartimentalizar el saber troceándolo hasta la estenuación en asignaturas y temas desconexos, que se ha esforzado en que los estudiantes obedezcan instrucciones y hagan tareas rutinarias, que asimilen el error como fracaso y no como experiencia, que erradica el pensamiento crítico y divergente planteando soluciones únicas a los problemas, que sólo muestra las respuestas a quienes nunca se hicieron las preguntas, que transmite lo desconocido como un dogma de fé y no como un camino que se construye desde lo que ya se conoce. Esos señores que hoy presentaban este evento sabían, seguramente, que emprender es una actitud incompatible con el sistema socio-educativo en el que hemos crecido, que las ideas creativas no afloran  simplemente con cursos de unas pocas horas que se reciben tras años de adoctrinamiento en los que se han enterrado los talentos innatos de las personas. Pero aún así, tenían la obligación de no honrar a los hombres de las cavernas con una farsa que llaman "programas formativos para emprendedores", que no son lo que dicen ser ni van dirigidos a quienes creen.

Volver a la Portada de Logo Paperblog