Revista Diario

Desde mi vientre

Publicado el 17 noviembre 2013 por Colo Villén @Coliflorchita
Con las manos en mi vientre sonrío con mis dedos al saberme acariciando tu nido. Han surcado muchas lunas desde que sentí de nuevo el inconfundible deseo de ser madre y, ahora, que me sé madre de nuevo, palpar el vértigo fundido con una profunda dicha me desconcierta. Cada ser que nos habita, nos desnuda también ante la certeza y la incerteza de lo que realmente somos.
Me he sentido desarmada durante estos meses, toda la fuerza maternal y el flujo de confianza con el que he tratado de bañar a otras mujeres se enturbiaba en mi interior, haciéndome cuestionar cosas que daba por sentadas. Afirmaciones que sentía y razonaba de pronto de se tambaleaban cual castillo de naipes, sintiéndolas, todas ellas, claramente distintas. Cada situación te enseña nuevo un giro de la espiral para hacerte recapacitar sobre la autenticidad de cada momento y cada segundo vivido.
Reconozco también que el temor a afrontar una nueva despedida me paralizaba y, temerosa, agradecía cada pequeña señal que me enviabas, cómplice ya desde los primeros instantes, cuidando y protegiendo a tu madre, como acaso hacéis todos lxs hijxs y nosotras, ingenuas, pensamos que sólo se vela en una dirección. Gracias, mi vida, por hacer tambalear  la confianza en mi cuerpo femenino hasta reforzarla, agudizar mi capacidad de percepción y ayudarme a asimilar que algunas cosas no vienen a nosotros como las soñamos o deseamos, sino como son y que ahí radica nuestra capacidad de adaptación, aceptación y transformación.
Cuando consigo arrancarle al día unos instantes para acariciar mi vientre, consciente de mi respiración, de que te mezo con ella, me gusta observar a tu hermana cerca de mí. Me siento profundamente afortunada, merecedora de este amor tan grande, bendecida de algún modo por portar y recoger a otro ser en mi interior, sabiendo que esa unión se extenderá para toda la vida, se entremezclará con los otros colores de nuestra familia, cada uno de sus miembros portador de su propia esencia en forma de ese lazo inquebrantable que entre todos trenzamos, dando forma y color al clan.
A menudo sonrío sabiendo que no estoy sola un instante, qué increíble sensación es esa, saber que me nadas… desearía transmitirte que todo mi ser te abraza y acoge por dentro, que mi sangre bombea con fuerza para nutrirnos y que cada célula de mi cuerpo está mimando nuestro desarrollo. Sé que llegas para ser tú, pero no puedo evitar sentirme parte de ti al igual que te siento parte de mí. Por el momento, no dejamos de ser dos seres habitando un mismo cuerpo y hasta que lo abandones, buscaremos ese sutil canal de comunicación que nos permita sabernos cada instante unidos, bien conectados, como estamos.
Tú: mis entrañas, mis pensamientos  y mi alma.
Yo: tu mundo, tu pecera y tu sostén.

Desde mi vientre

Ilustración de Ana Muriel



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