Mi historia no es agradable, no es suave y armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse más a sí mismos. La vida de todo hombre es un camino hacia sí mismo, la tentativa de un camino, la huella de un sendero. Ningún hombre ha sido nunca por completo él mismo; pero todos aspiran a llegar a serlo(…) Todos llevan consigo hasta el fin, viscosidades y cáscaras de huevo de un mundo primordial. Alguno no llega jamás a ser hombre y sigue siendo rana, ardilla y hormiga. Otro es hombre de medio cuerpo arriba, y el resto, pez. Pero cada uno es un impulso de la naturaleza hacia el hombre. Todos tenemos orígenes comunes: las madres; todos nosotros venimos de la misma sima, pero cada uno, tiende a su propio fin. Podemos comprendernos unos a otros, pero sólo a sí mismo puede interpretarse cada uno.”
No me dispongo a describir la sensación que esto provocó en mí y para los que me conocen, se lo imaginan. Y es que eso de encontrar respuestas momentáneamente e inimaginables, no (me) sucede a menudo. Hoy agradezco a la memoria, a quien me regaló el libro y a la grata emoción que me acompaña, aquella que me dice que no puede ser mejor camino. Hoy sé que el fin mismo es el de la ventura ante mis ojos, ese de tomar por pie hasta el sendero más rocoso y saber que llevo los relatos conmigo. Hoy, de vuelta a mi cuestionante, puedo responder: yo me leo.