Revista Diario

Desencuentros

Publicado el 09 junio 2013 por Colo Villén @Coliflorchita

En el mar de los desencuentros ando sumergida.
Y entre corales fabricados de sombras voy desarrollando la capacidad de reinventar mi paciencia y tenderme entre fósiles. He descubierto que no se está mal aquí, al fin y al cabo.
En el mar de los desencuentros se agotaron las explicaciones. Se desvanecieron por inútiles. Puedes tratar de continuar camuflando la vida ante tus ojos, pero el mismo hastío de oler tu falta de honestidad acabará por desmontar las corazas.
En el mar de los desencuentros hay espacio para tantas mentiras y recuerdos ajados como desees. Podrás colgar la chaqueta en la entrada y beber hasta embriagarte de tus distancias. Sobre tu sola ola descubrirás la cadencia perpetua de no poder coincidir con el otro, reaccionando siempre a destiempo ante los espejismos.
En el mar de los desencuentros no nadas, te detienes, no existe la capacidad de avanzar. Puedes desnudarte y mostrar tus vísceras. Por mero placer, por ser primaria, por darte la vuelta porque sí. Porque, en definitiva, te gusta ser soez cuando las cosas cogen velocidad y van a despeñarse. Ganas tiempo meciéndote en la ironía para que no te alcance la soledad sin la sonrisa puesta.
En este mar, puedes perder o ganar tantos instantes como estés dispuesta arriesgar. Te permite sentirte segura, si lo habitas desde la costumbre, o tremendamente revolucionaria si lo sientes un medio hostil, un escenario que ya no te pertenece. Como no te invita a derribar con urgencia el metacrilato que os separa, puedes desencontrarte tantas veces como precises, podrás continuar reclamando atención desde el silencio sin que apenas nadie perciba tu fragilidad. No hay reloj de arena.
Aquí, entre desencuentros, las prioridades carecen de importancia. Los caminos bifurcados son recorridos diariamente en ambos sentidos. Los ojos se encuentran vendados con pañuelos invisibles. Los órganos frenados. El deseo dormido.
No estoy a disgusto, pero no pienso echar mis raíces. Creo que me mordió la pereza y me paralizó el miedo.
En el mar de los desencuentros me hallarás, podemos palparnos antes de que nuevas escamas nos cubran y cueste rasgarse los ropajes, no vaya a ser que no sepamos reconocernos. Al parecer existe un rescoldo para el amor y la música… o algo así susurran por allá lejos, las sirenas.

Desencuentros

Ilustración de Victor Nizovtsev 



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