Devoró las páginas con ansia hasta llegar al desenlace de la historia. Con emoción contenida llegó a la última página, ocre y ausente de texto.
Perpleja comprobó si el otoño había afectado al libro sin pedir permiso, haciéndole perder un seco final.
Dudó. Pensó. Comprendió.
Cerró los ojos y continuó leyendo desde el principio.