Un desfile napoleónico en pleno siglo 21 (Ensor estaría encantado)
Hoy, viernes, hemos retornado a la normalidad como si fuera un lunes, con toda la pesadez que ello significa. El ambiente es de resaca, con toda seguridad, el absentismo laboral será la norma en las instituciones públicas y no pocas privadas. No es para menos, después de otras intensas ‘Fiestas Patrias’, que aun no terminan para las siempre derrotadas pero gloriosas Fuerzas Armadas, hoy es su día, y lo celebran desempolvando sus casacas y sacando lustre a sus botas para rendir honores a la población que sale a verlas como si fuera el Desfile de las Rosas californiana pero con condimentos locales. Dicen que este año toca en Trinidad, allá lejos en la tierra amazónica, la estrambótica Parada Militar con ruido de cascos, sables, trompetas, tambores y tanquetas que a modo de comparsas carnavaleras muestran alegremente el nuevo poderío de este país fabuloso. Por iniciativa de Su Excelencia, desde luego, que también ha dignificado a las fuerzas castrenses disponiéndolas “al servicio del pueblo”. Como atracciones de feria, más claro, clarinete.Así pues, otro enfermizo feriado del que vanagloriarnos. Otro aniversario más de la patria que de tanto repetirlo hasta la bandera ya suena a folclore como las fiestas paganas y religiosas. Me recalcan que celebramos ciento noventa años de independencia. Si me prometieran que en el Aniversario 200 vamos a parar la locura, me aguantaría religiosamente la espera. Pero me temo que traspasados los dos siglos continuaremos con más ahínco prolongando el esperpento. Pero si hace doscientos años que los europeos se embarcaron para su continente, ¿qué sentido tiene seguir con el festejo pomposo y patriotero bordeando el fanatismo? ¿Hasta cuándo seguiremos con la pulsión absurda de resucitar antiguos enemigos, evocando con orgullo infantil glorias pasadas? El pasado, sin olvidarlo por supuesto, ya debería ser cuestión superada y mucho más cuando hablamos de tanto tiempo. Ver dos o tres veces al año a los escolares y a las tropas ciudadanas de todos los gremios saliendo a marchar, cargados y recargados de civismo como las pilas ecológicas es un auténtico disparate, una soberana pérdida de tiempo que debería ser aprovechado en actividades más productivas. Los jóvenes a estudiar y los adultos a poner el hombro por el país, esa debiera ser la consigna. Quién sabe cuánto tiempo desperdician los muchachos de una banda de guerra colegial en horarios de clase y con el añadido de que se apoderan de calles para practicar sus coreografías días antes de estrenarse en los desfiles. Verlos así, con su santa gana, en horario pico es un auténtico calvario si uno está en coche. Ya, me dicen que es por puro amor a la patria y otros lemas que vemos impresos en cancioneros patrióticos. Si en eso los bolivianos somos muy productivos, tenemos himnos para todos los gustos y para todas las ocasiones. Tanto me han machacado con ensayos y horas cívicas que por fuerza aún recuerdo con claridad la letra de varios cánticos y hasta himnos a la amistad. Pero no recuerdo que me hayan machacado con normas de urbanidad, respeto y apego a las leyes, principios morales y éticos y otros preceptos de mínima educación.Así que no me vengan con frases y actitudes patrióticas de último momento. Había que ver cómo los políticos se esmeraban por demostrarnos lo mucho que adoraban a su país, comenzando por las autoridades, bien identificadas a partir de sus bandoleras encabezando los desfiles y agitando el brazo a diestra y siniestra ante algunos aplausos. Los ciudadanos comunes tampoco se diferencian tanto, desde el presentador de noticias que luce su escarapela en la solapa hasta el vecino que adorna su auto con cintas de la tricolor. Cívicos y patriotas hasta la médula abundan estos días por toneladas como la basura depositada en las calles. Si ese supuesto civismo y amor por su país se tradujera cada día con actitudes tan simples y normales que conllevan a una sana convivencia social, el respeto y consideración por el prójimo, la observancia por el ornato urbano y el espacio público, y otras consideraciones de conciencia ciudadana sería distinto. Mientras tanto toca joderse, como a mí me tocó joderme sin poder circular libremente durante estos días a causa de los desfiles -precisamente por el centro de la ciudad-, así como la misma noche del 5 de agosto soportando los petardos que algunos imbéciles soltaron en la vecindad, y coronada, ¡cómo no!, por una fiesta a todo volumen que una familia hizo a su Virgencita particular por la cual bailaron y farrearon hasta medianoche. Hubiera querido llamar a la patriótica policía pero seguramente estaba ocupada resguardando el patriótico desfile de teas.