Pero me conozco bastante bien y si algo tengo claro es que, con respecto a mi forma de ser y sentir, lo peor llega cuando dejo de esperar nada. Cuando ya me da igual. Cuando acabo por ponerme el traje de plumas de "me resbala" y también dejo de preocuparme por hacer feliz a los demás. No se hacen las cosas para recibir nada a cambio, pero el alma no se riega con hamburguesas y, al final, si no recibes ni una mínima parte de lo que das o necesitas, se mustia.
Y cuando la muerte alcanza a mi ilusión... llega la nada. Y esa sí que es injusta.