Revista Literatura

Desnudos y en lo oscuro…

Publicado el 26 septiembre 2013 por Marga @MdCala


Que me perdone Benedetti por el parafraseo, pero anoche, mientras veía una película de esas tan malas que no importa abandonarlas a diez minutos de su final, sólo podía pensar en las cálidas y potentes antorchas que ambientaban hogares y alcobas en el medievo. ¿Que por qué? Porque esa misma mañana había recibido la factura de Endesa…
Antorchas
Suelo abrir yo ese tipo de correos porque otra cosa no, pero el corazón y la tensión arterial los tengo bien y estables. A prueba de arritmias tontas que obliguen a encender el aire acondicionado y empeoren la situación. Lo que vi, además de incitarme a buscar asiento y abanico como si no hubiera un mañana, me selló los labios. Él jamás debe saberlo. En todas las casas hay secretos de familia, ¿por qué iba a ser la mía una excepción?
Sin embargo, algo debe sospechar mi familia cuando he emprendido la campaña de ahorro eléctrico necesaria para poder seguir comiendo. Y es que, llamadme rara, pero me gusta comer. De eso prefiero no quitarme aún… He sugerido cenar a la luz de las velas -tan romántico-, dejarnos el pelo a su ondulado modo y secado al viento (que las planchas te lo estropean que es un horror…), leer más -de día, se entiende- y apagar la televisión; reducir la potencia del frigorífico (que luego vienen las toses), bajo ningún pretexto volver a encender el aire acondicionado, aunque haya que ir en pelota picada por la casa (esto puede que tenga éxito por partes, y nunca mejor dicho…), y así un sinfín de medidas preventivas contra el abuso de la compañía eléctrica, a la que sólo le falta añadir un emoticono con la lengua fuera, como rúbrica de su panfleto pro-cardiopatías…
Sin embargo hay una cosa que ni a mencionarla me atrevo, como persona sensata y amante de la vida que soy: apagar los ordenadores. Es escribirlo y acudirme un mareo. Un parraque. Un supipando de los míos. No sin mi ordenador. No sin mi móvil recargable con electricidad. No-No.
De modo que mientras convenzo a la familia de la bondad de estas nuevas medidas, y de lo guay que es hacer vida en la terraza a la luz de la luna (o farola), o en su defecto, ir por la casa desnudos y en lo oscuro, voy a ir mirando precios de teas en el nuevo catálogo de Ikea.
P.S.: Disculpad el ripio. Son las pocas luces…


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