Revista Diario

Despedida

Publicado el 15 julio 2010 por Alicia
Despedida
Aunque ahora me veas con este aspecto, no siempre fui así. Manos hábiles, movidas por la ilusión, alzaron mis muros piedra sobre piedra y me cubrieron con tejas calientes, recién horneadas. Floreció la vida en mi interior. Di sombra y refugio. Mis muros contuvieron el calor implacable de los tórridos veranos y los inviernos chorreantes dejaron sobre mis tejas un manto de verdor que me adornó para siempre. Mis ventanas se graduaban para dejar pasar al interior la luz necesaria con que alumbrar unos días condenados a pasar veloces hacia la nada. He dejado de oir las voces de aquellos a los que ya nadie llama. Se han apagado las risas infantiles, han cesado los vanos cuchicheos y los llantos calientes han ido perdiendose en la distancia. Me ha envuelto la soledad con su manto de polvo y suaves telarañas y, bajo él, he asumido el final. Ya sé que es inútil una mano de pintura y un par de arreglos superficiales. Aunque lo hicieran, todos verían que no pertenezco a este mundo, que mis formas poco tienen que ver con las de las casas que me rodean. Ha llegado mi hora, mucho antes de lo que esperaba. Se acaba la fiesta como se acaban todas.Me venden. Bueno, en realidad venden el hueco que dejo al marcharme sin humildad de un mundo en el que ya no me conmueven las voces que oigo.

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