Marcia llevaba la voz grave, la que me hizo preso; Lucía, la voz aguda, la que me partió en dos. Sus miradas no se dirigían a mí, pero no hacía falta, la intención bastaba.
Despídete... así comenzaba la letra y así también mi sufrimiento. Nunca he podido concebir la idea de que una canción comenzase por el final, con una palabra tan cruda y terrible como esa, y menos cuando lleva de fondo una melodía y arreglo tan bellos. Con cada frase, cada estrofa, latía y crecía la soledad, y la historia me asechaba lista para lanzarme al abismo, y llegaba el coro: muchacho vete ya a otro lugar...la sentencia estaba dictada, no había más.
Luego de tres minutos de estar preso por la melancolía y la soledad, en medio de remolinos, sobresaltos, laberintos y más de alguna lágrima, la tortura terminó con un saldo poco favorable para el alma en ese momento, pero enriquecedor para el recuerdo.
La culpa no era mía ni de ellas, la culpa era de la canción en sí. La culpa era de Marta Botía por escribirla. La culpa era de Ella Baila Sola, dúo al que ya había escuchado sin que llegara a impresionarme mucho, por haberla grabado en su segundo disco.
Marcia me contó un par de semanas más tarde que, mientras cantaban, tenían la sensación de realmente despedirse de alguien en esa ocasión, ¿habrá sido de mí? Nunca lo dijo, pero dos o tres meses después no volví a verlas. De eso hace ya doce años.
Marta Botía y Marilia Casares fueron conocidas en el mundo de la música como Ella Baila Sola, gracias a su primer sencillo Amores de barra, al que le siguieron Lo echamos a suertes y Cuando los sapos bailen flamenco, éxitos que pertenecen a su primer álbum titulado con el nombre del dúo.
En 1998 lanzan su segundo disco llamado E.B.S., siglas de su nombre artístico, en el que se incluye como pista 15 y última, Despídete, que dejo acá para ustedes, sin que ello deba tomarse como una despedida, recuerden que este espacio se llama 1000 canciones y más, y apenas estamos comenzando. Disfrútenla!