Magazine

Despedidas del 2012

Publicado el 31 diciembre 2012 por Ismaelpardo @ismael_pardo
Despedidas del 2012 Dicen que siempre es triste despedirse de un año, pero, como bien sabéis, para mí la vida se parece mucho a una cinta de casete: la vida es un continuo. Y no es que a partir de mañana empiece de cero, ni mucho menos, sino que sigo en el mismo punto en el que me quedo hoy: siendo un tipo que nunca quiere dejar de aprender. Porque un año es eso, es un ciclo en el que hay 365 oportunidades para aprender y para crecer. Y hoy, día 31, se nos viene a la mente todo lo que hemos aprendido y crecido.
Este año he aprendido muchas cosas de mi (futura) profesión. Como futuro traductor/intérprete, me he dado cuenta del valor que tienen las palabras. No solo tienen un valor económico, sino también un valor sentimental, personal, más allá de lo meramente físico. Y me he acordado muchísimo durante este año de lo que una profesora muy querida me dijo en mi graduación, hace ya casi cinco años: «hay dos cosas que no se pueden arreglar en la vida: una palabra dicha y una oportunidad perdida». Y en estos doce meses me he dado cuenta de que es cierto.
Hablando de oportunidades perdidas, este año, supongo que por haber perdido un par de ellas, me he fijado en el sentimiento generalizado de conformismo y de esperar a que todo baje del cielo, y creedme: al final nunca pasa. Hay que saber moverse, hay que aprender a dar el 200 % de lo que puedas dar y nunca dejar de aprender. Hay que ser inconformista, hay que ponerse mil objetivos y cumplirlos. Hay que ser un luchador e ir a por todas por aquello que queremos.
También este año me he dado cuenta de que mi futura profesión es como una vida en miniatura; es decir, que la disciplina de traducción tiene mucho en común con la vida misma, ya que, al final, quieras o no quieras, te lo propongas o no, siempre acabas aprendiendo. Da igual si el contexto en el que aprendes es malo o bueno: aprender es una obligación en este mundo. Y la verdad es que no me importa tener que ir con esta «carga» durante el resto de mi vida.
No solo porque hace que no cometas errores (o no los cometas tan a menudo), sino que, si todo sale bien, puede llegar el momento en el que no los vuelvas a cometer. Hace que te fijes en todos los detalles de tu alrededor (tanto en lo malo como en lo bueno), lo que hace que podamos disfrutar de la vida un poquito más. Y es que este año me ha enseñado que hay que mirar el lado bueno de las cosas, ser positivo —aunque realista—. Este año he aprendido que estando de morros al final no consigues más que disgustos. Sonreír no es difícil y, además, es gratis. Si por iniciativa propia parece difícil, puedo ayudar: también he descubierto este año cosas buenas gratis que te pueden echar una mano.
Antes de despedirme hasta el año que viene, me gustaría agradecer este año a las personas que han estado conmigo: a mi madre, por ser un modelo a seguir, por escucharme y por apoyarme siempre en todo lo que hago; a mis amigos, por estar ahí siempre que los necesito, por confiar en mí y por echarme una mano siempre; a todos y cada uno de los miembros de mi familia, por estar tan unidos y poder contar siempre con ellos; y, por último, pero no menos importante, me gustaría agradecer todo lo que hacen por mí y por esta profesión a los traductores, intérpretes, correctores y demás profesionales del sector. Sin más dilación, me despido, no sin antes daros dos consejos, que son clave, al menos, para mí.
Sé que soy pesado con la metáfora, pero, de verdad, creo que la vida es como una cinta de casete. No la hemos elegido, no podemos saltarnos las canciones que no nos gusten ni podemos hacer nada para cambiar la duración o los cantantes del coro. Sin embargo, sí que podemos disfrutar de la música, intentar sacarle algo bueno a nuestro alrededor, ¡incluso echarnos un baile! La metáfora resume bastante bien algo a lo que yo le doy mucha importancia: somos como somos, y así vamos a ser. Sed vosotros mismos. No os convirtáis en otra persona. Cada uno vale muchísimo tal y como es.
Eso sí (y aquí queda mi segundo consejo), os recuerdo que ser buena gente no cuesta dinero ni trabajo, y que con una crisis de valores como la que tenemos y con tanta mala gente suelta, se agradece una sonrisa, un «espera, te echo una mano», un abrazo y un chiste. Se agradece que las personas tengan algo bueno que aportar a un ambiente tan corrupto —nunca mejor dicho— como el que tenemos. 
Os deseo lo mejor para este año que empieza. Como me gusta llevar un poquito la contraria, supongo que es la excusa perfecta para presagiar un buen año. Vamos a ver si el 13 me da suerte, aunque, lo que de verdad quiero es ser feliz. Con la mitad que he sido este año, me conformo.

También podría interesarte :

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Quizás te interesen los siguientes artículos :