El primer reloj que llevé en mi muñeca se retrasaba cada dos días, perdía tiempo por las esquinas, siempre tenía que estar pendiente de volver a ponerlo en hora.
Mi segundo reloj era digital, negro, con cuatro botones, y con una opción de cronómetro que utilicé hasta la saciedad, me cronometré corriendo a comprar el pan, al coche negro que cruzaba los semáforos en rojo, al pelotón de la vuelta ciclista, a la hermosa mujer rubia que besaba en mi televisión al galán de smoking.
Los relojes los encuentro por todas partes en mi vida cotidiana, no simples relojes, relojes que me mantienen despierto, sabiendo que el tiempo pasa lento en otras partes del mundo. ¿ Me esperarás aunque mi reloj marque una vida de retraso?