No hay amor más sincero que el amor a la comida.
George Bernard Shaw
La comida, uno de los refuerzos más poderosos que existe. Curiosamente, aparece en forma de jamón en el momento más versátil y trascendental de la maternidad, el parto. No hay día que no se nombre en las salas de dilatación.
Además del agua, el producto más deseado, y hasta soñado, es comerse un humilde y poderoso bocadillo de jamón como primera comida al llegar a la habitación en la planta de puérperas (posparto).
Esta mañana hablando con una ginecóloga de nombre primaveral, me cuenta lo equivocadas que están las embarazadas respecto a dejar de comer jamón sin tener en cuenta la analítica.
La toxoplasmosis puede contagiarse en el embarazo mediante la ingesta de carne o pescado crudo, embutidos, contacto con gatos (improbable) o consumir verduras y frutas que no hayan sido lavadas.
Las recomendaciones para evitar este tipo de alimentos deberían basarse en la analítica, es decir, los resultados de los marcadores del toxoplasma. Por ejemplo:
IgG +, indica que la mujer está vacunada o ha pasado la infección y posee anticuerpos en su sangre.
IgG ─, muestra que no ha pasado la infección y su cuerpo se halla libre de anticuerpos.
Si eres de las que tienes IgG +, enhorabuena, estás en el grupo de afortunadas que puede seguir con nuestra saludable spanish dieta. Pero si tu analítica mostrara una IgG ─, evita un poco el consumo de este tipo de alimentos.
Últimamente se habla de escasa relación entre el consumo del jamón, nuestro jamón serrano, y la presencia del parásito Toxoplasma gondii. Y aunque resulta aconsejable congelar el pescado si se desea comerlo crudo, no es necesario congelar el jamón. El proceso de secado y curación, junto con los controles sanitarios, hacen de él un alimento seguro, soberbio y exquisito. Si tenéis dudas, lo mejor es consultarlo con los profesionales. Que aproveche.