Ya que sé que tú jamás lo harás, lo haré yo, por ti y por mí; pero sobretodo por mí.
Cada vez que juegas con ese mechero, rezo para que llegue el día en que decidas hacernos arder.
Y me esfuerzo por ocultar mi cara de ansia y desesperación cada vez.
No imagino mejor final que el de estallar, hacer de mi una explosión arrasadora que lo calcine todo, incluído a ti.
Mis ganas mal disimuladas de destrucción se acrecentan con mi buena ensayada sonrisa.
Y seguiré mientiendo, seguiré fingiendo, aunque en mi cabeza solo haya sitio para el crepitar de mi alrededor, inundado de humo negro y cenizas neonatas.
Haz que pare...
Si tú jugaras con ese fuego, quizá y solo quizá, tú sabrías suplicarme esas palabras que apagarían mi incendio, que me hicieran sonreír de nuevo y desear seguir irradiando por que sí, por ti.
Vislumbra este mundo enfermo. Donde tú y yo somos dos opuestos paralelos, mejores que el resto y lo sabemos.
Presta atención y me oirás gritar, hasta que tu voz rompa la barrera del sonido y en un segundo me haga callar, mecerme en tus susurros, dormirme en tu pecho.
Y volveré a ser ese ser que supera los destellos de si mismo, parada de nuevo delante de mi propio precipicio, del que sé que no andarás lejos.
Aunque sabes que en realidad, no es lo que quiero...