Día 27: Ella y El

Estaban Ella y El compartiendo una taza de té. Ella miraba a través del ventanal a un perro gris que jugaba en el jardín con la lavanda, mientras que El leí la sección de arte del periódico del domingo. En el ambiente se respiraba calma, solo por momentos era interrumpida por una melodía en portugués que sonaba en la radio de la cocina. De pronto Ella mira hacia su compañero de años que se encuentra sentado a su lado y le dice:

- Me gustaría que me contaras una historia de viajes

El la mira, pasa a la siguiente hoja del periódico, se saca los anteojos y dice:

-Historia de viajes, tenemos muchas y aun estamos haciendo más. Te acuerdas de aquel tren en el que coincidimos por primera vez. Yo estaba sentado cuando te vi subir con tu pelo desordenado buscando un sitio libre donde poder dormir. Lo se porque acomodaste tu bolso y dormiste hasta que llegamos a Linz. Al bajar ambos estábamos perdidos, era nuestra primera vez en aquel sitio. Nos unimos en aquel instante a compartir el viaje por las orillas del Danubio. Después de 6 días en tan pintoresca ciudad nos fuimos a Estambul.

Ella interrumpe. Diciendo:

-Así tan simple fue todo, comencé a viajar con el desconocido del tren. Eso no estaba dentro de mis planes cuando decidí tomar mi mochila y dedicar mi vida a recorrer el mundo. De verdad muchas cosas nunca estuvieron dentro de mis planes porque estos casi no existían, siempre me guié por sensaciones de ultimo momento, y no me equivoque porque he vivido lo que nunca imagine junto a ti. Ya ya parare, quiero que me cuentes de Estambul, de sus tazas de chai que tanto adoramos.

El retoma el relato nuevamente. -Llegamos cuando estaba oscureciendo, no teníamos donde pasar la noche. Tu en ultimo minuto lograste encontrar los datos de un hostel que nunca encontramos o mas bien no buscamos porque pasamos la noche junto a la familia del taxista que amablemente accedió a acogernos al ver que no había ninguna habitación disponible para nosotros. La familia nos recibió con mermelada de rosas, si de rosas. Probamos las delicias turcas, las mejores hechas por la esposa. Fue una noche maravillosa, aunque hablamos idiomas diferentes.

Los siguientes días fuimos a sus mezquitas cuando sentimos el llamado a la oración de una voz masculina que estaba por toda la ciudad. Recorrimos sus mercados. Descubrimos que es una ciudad particular y sorprendente, mitad asiática y mitad europea. Llena de contrastes que saltan a la vista. Nos hubiéramos quedado por meses ahí. Fue una despedida con sabor a reencuentro. Volveremos porque queremos vivir Turquia no como turistas, sino mas bien como residentes para descubrir y aprender de ella.

Ella ¿ tienes lista tu mochila?. Mañana tenemos el vuelo que nos llevara por un tiempo indefinido a ver el Bósforo. Debemos seguir escribiendo el viaje.