Mientras escribo, termina el Día de la madre en México. La mayor parte de las mamás a mi alrededor tuvimos un día de celebración. El mío ha sido una fiesta del principio al fin. Me regalé a mí misma llevar por primera vez a B a la biblioteca -infantil-, su tío nos invitó a comer y me di gusto con un fetuccini al pesto; finalmente, convencí a mi abuela de que fuéramos al cine. Entre evento y evento he gozado de abrazos, risas, regalos y felicitaciones. ¡Y cómo me abraza mi niña!
Ahora, pienso en las mamás que no pueden celebrar porque no saben donde están sus hijos: hijos migrantes en terreno inhóspito, hijos arrebatados de sus vidas por la fuerza, hijos -tantas hijas- que salieron un día a vivir y no regresaron. Pienso en las mamás que están tratando de conseguir sumas apabullantes de dinero para tratamientos médicos, en las que tienen hijos con malestar físico para el que no hay tratamiento, en las que tienen a la muerte revoloteando sobre la cama de sus desvelos.
Silvia Parque