Para no olvidarnos de los que se animaron, Walsh en Barra Libre.
Lo repito acá y pido perdón a quienes ya lo leyeron.
Nos educaron con películas de muchachitos que se enfrentaban al mal sin pestañear. A nadie se le ocurrió pensar que a Batman le tembló el pulso al enfrentar a sus archienemigos o que a Clint Eastwood le sudaban las manos al desenfundar su revólver. Los malos sí. Los malos temían a la furia de los buenos, aunque se dejaban matar. Los peores eran los tibios, los mediocres, los que salían escapados de los bares cuando las cosas se ponían pesadas. Esos nunca iban a entrar en la historia, aunque iban a vivir para contarla. En el cine, el miedo era pecado.En la realidad, el pan nuestro de cada día. Y sin embargo, a pesar de esos miedo tangibles, tan propios de los que no tenemos máscaras protectoras y capas que repelen balas, algunos hombres se animan. Contra todo pronóstico, se animan. Con miedo, se animan. Y nos salvan a nosotros, los que no somos protagonistas, y nos hacen creer que se puede. Porque se puede, más allá del miedo.
... Así que ambulo por suburbios cada vez más remotos del periodismo, hasta que al fin recalo en un sótano de Leandro Alem donde se hace una hojita gremial, y encuentro un hombre que se anima. Temblando y sudando, porque él tampoco es un héroe de película, sino simplemente un hombre que se anima, y eso es más que un héroe de película.Rodolfo Walsh - Operación masacre