Después de una eternidad ha salido el sol y lo que es mejor, calienta.
Voy al jardín en pijama y mi cuerpo se estremece de placer; definitivamente me gusta el sol y el calor.
El Rata me sigue por donde voy. No he visto un gato tan perro como este. No le falta más que le tire un palo y salga como un rayo a buscarlo, le divierte sobremanera que esté por el jardín. Yo creo que interpreta que mi presencia fuera de casa es porque el buen tiempo se acerca.
Pillo una tumbona y me dispongo a ejercer de lagartija. Mi cuerpo empieza a subir de temperatura y una inmensa paz se apodera de mí.
-Dolega, me marcho a andar. ¿Qué vamos a comer hoy? ¿Por fin hacemos la barbacoa? Lo digo por dejar haciendo brasa y le echas un ojo.
-Yo soy una lagartija. ¿Has visto alguna vez una lagartija que cocine ó que cuide barbacoas? Si la ves, no dudes en traértela, nos haremos ricos exhibiéndola, pondremos un restaurante y la explotaremos laboralmente.
-Vale, dejo a los hijos de la lagartija al cuidado ¡Pero luego no te quejes!
Eso me ha sonado a amenaza, pero los rayos del sol hacen que mi yo lagartija, pase de todo. Es más, abro los ojos y veo al Rata así
Y me da igual, solo quiero estar al sol, calentarme, disfrutar de un día como hoy, después de semanas de lluvia, viento y oscuridad. Olvidarme del Photoshop, de las keywords, las redirecciones, los ataques chinos y la madre que los fundó a todos.
-Mami, qué quieres que le eche a la ensalada. Que papá me ha dejado dicho que haga una.
-Depende ¿De qué la vas a hacer?
-Ufff ¡Voy a hacer una ensalada de órgano!
No muevo ni un músculo…soy una lagartija.
-Vale, pero teclas, creo que no tenemos. Mira a ver en el congelador pero creo que no nos quedan.
-¡He querido decir de órdago! Que va a estar buena, que va a ser la monda.
-Vale, ahora ya lo he entendido, pero sigo sin saber qué demonios le vas a echar.
-¡Pues de todo!
Sigo quieta, impertérrita. Las lagartijas no supervisan ensaladas.
Siento mis vértebras expandiéndose de placer con el calor.
-A ver, Madre que me ha llamado el pesado de tu marido. Que dice que tengo que echarle un ojo al fuego que ha dejado en la barbacoa y no sé qué más.
Siento que algo me tapa los rayos solares y me acuerdo de Diógenes de Sínope y su famosa anécdota con Alejandro Magno, pero este que veo en pantalones de pijama y una sudadera con la capucha puesta, ni tiene pinta de ser Alejandro Magno, ni viene a decirme en qué puede ayudarme, sino a quejarse de que tiene que hacer lo que sea que le manden.
-Yo soy una lagartija y no tengo ni idea de lo que estás hablando. Si no te ha quedado claro, llama al pesado de mi marido y le preguntas ¡Y quítate de ahí que me tapas el sol!
-Definitivamente cada día estás peor. Bueno, estáis todos peor.
-Menos mal que te tenemos a ti ¡Oh guardián de la cordura familiar! Para preservar la futura salud de nuestras neuronas…nuestras tres neuronas.
Sigo con los ojos cerrados y siento cómo el sol me deja en una especie de duermevela.
A lo lejos escucho diálogos, movimiento de bandejas, gritos del tipo “¡Esos calcetines son míos y te los quitas ya, coooño la Niña que tiene siempre la manía de usar mis calcetines blancos!”
-Dolega, ven que vamos a poner ya la carne.
Ahora, con el Consorte enfrente de mí, no es que me haya tapado el sol ¡Es que casi se hace la noche!
-Quiero vino, saca una botella de la bodega.
-Las lagartijas no beben vino
-Ni tampoco recogen todo lo que los hijos de la lagartija van a dejar tirado por aquí, con el cuento de que ellos han hecho la comida. Así que si no quieres ver a un lagartijo recogiendo, más te vale que le des vino a esta lagartija…