Dijo:
"Esta es mi casa. Sé bienvenido. Entra.
Sus muros vibran en azul y sal.
No hay habitación que el sol no haya refrescado,
ni patio que el poniente no blanquee.
Pasa.
Abre las ventanas.
Recuéstate en ese rincón, que te meza el agua y su murmullo de plata.
Quédate."
Él entró.
Abrió las ventanas. Una a una.
Una suave brisa iluminó la estancia.
Dejó que el fresco le arrullara.
Y decidió olvidar la marcha para mañana.
O para cuando pasaran otros mañanas.
De esto ya hace mucho.
***
Ayer
Se
Fue