Creo que todos los que frecuentan esta casa saben que estoy gorda y que me he puesto a dieta. Pero como la dieta no la veo suficiente para lo que necesito en estos momentos, he decidido añadir un poco de ejercicio, a este plan de saneamiento personal.
Así que para ser consecuente con mi decisión me he apuntado al gimnasio del polideportivo de mi pueblo.
Esta mañana ha sido mi primer día. Antes que nada, señalar que me he quedado impresionada del pedazo que gimnasio que tenemos en un pueblo de tres mil habitantes.
Llegué allí dispuesta a hacer ejercicio durante una hora, ni un minuto más ni uno menos.
Debido a mi poca afición a las actividades deportivas, miré rápidamente a ver qué aparatos podían venirme bien porque hay de todo lo imaginable y decidí empezar con bicicleta.
Allí estaba yo emulando a los de la vuelta a España, en honor a mi maestro Dess, pero sin dar por saco a los automovilistas y por supuesto sin doparme ni un poquito.
Estoy allí solita, pedaleando y pensando cuando entran dos mujeres. Una es una chica que ya no cumple los cuarenta, morena, entrada en carnes, ataviada con las típicas mallas negras, la camiseta de tirantes, las zapatillas de deporte indeterminado y con el pelo recogido en una de esas pinzas plásticas que te hacen parecer familia del pájaro carpintero. Venía hablando y su voz era atronadora, ronca, de esas voces que son femeninas pero las intuyes aficionadas a los aguardientes varios.
La compañera era más o menos del mismo pelaje pero más joven y su voz, sin embargo sonaba bajita, como indecisa ó tímida.
Llegaron y se pusieron en las cintas de caminar que hay a la espalda de mi bólido con pedales. Yo allí avanzando, lenta pero segura.
-¡Pues les quitas el tocino mujer, que si no, engorda eso mucho! Además, las lentejas son malas para el régimen.
-Ya, pero es que me gustan tanto, además al Andrés le encantan y me pide que se las haga con mucho tocino.
-El Andrés es un cabrón.
-¡No le llames así! que sabes que no me gusta.
-Le llamo como me da la real gana, que para eso soy su hermana, ¡además su hermana mayor!
Las voces de la hermana eran considerables. Tanto que apagaban la música ambiental.
-¿Por fin, has hecho lo de la salve?
-Sí, pero el cura me ha dicho que no quiere.
-¿Cómo que no quiere? ¡El cura no tiene que querer nada! Al cura se le paga y punto. ¡A él que le importa lo que pinchemos en la boda, como si queremos pinchar al Fary, no te jode!
En este punto, he dado gracias a la providencia por traerme el post del Lunes y me he acomodado en el sillín dispuesta a hacerme el Giro, el Tour y La Vuelta de una sentada.
-Déjame que mañana voy yo a hablar con él, ya verás cómo le dejo las cosas claritas, claritas.
-Es que dice que si es un coro, sí; pero que con mini cadena no.
-Pero a él que le importa cómo se cante la salve, a ver. ¿Qué pasa, que va a pagar él el coro rociero? ¡No te jode! Tú déjame a mí que ya verás cómo lo espabilo yo mañana.
Oye, que no se olvide hacerle al Andrés pasar ansias como te he dicho.
-¡Que no, pobrecillo si anda detrás de mí todo el día como un chuchillo(perrito)! Eso no me parece bien. Además, se pone de mala leche.
-Pues si tiene apretones, que se baje al “clú” con las pilinguis.(prostitutas)
-¡No al clú con las pilinguis, no!
-Pues tú haz lo que quieras, pero ya verás cuando se os venga encima la rutina.
A esta altura de la película, mi pedaleo es mucho más lento que el temblor de mis hombros y las contracciones de mi estómago, intentando contener la carcajada. La toallita de mano que he llevado no ha secado una sola gota de sudor, ahora, lágrimas a chorros.
-¿Has quedao ya con la Loli para lo del peinado?
-Sí, ya hemos estado viendo unos cuantos recogidos muy monos.
-Mejor con el pelo suelto, mujer que se lleva más ahora, así al natural.
-No, no a mí me gusta el pelo recogido.
-¡Ah! Que no se te olvide hacerte las ingles japonesas ehh.
- ¿Y eso que es?
-Pues hablando en claro, que te desplumen medio chirri.
-¡Huy no, que dolor!
-Que sí mujer, que si no se te salen todos los pelos por la braga y queda feo.
-¡Pero si el Andrés no se fija en esas cosas!
-El Andrés es un cabrón, te lo digo yo que soy su hermana, ¡Además su hermana mayor!
-¡Que no lo llames así, que no me gusta!
Estoy doblada en la bicicleta mordiendo la toallita de manos y con los ojos arrasados en lágrimas.
-¿Por fin donde os vais de viaje?
-Pues estamos pensando ir al Caribe, todos nos dicen que está muy bien.
-¡Quita, quita! Mira lo que le pasó a Marta, la mayor de mi tío Antonio, que llegaron y el primer día dicen que bebió no se qué cosa y se estuvo cagando los nueve días, sin poder salir de la habitación, y él todo el día por allí dando vueltas solo , que vaya usted a saber cómo alivió los apretones. Mejor iros por aquí por España, que se come fenomenal y tenemos sitios igual de bonitos, mira Torremolinos, por ejemplo.
-Ya veremos, porque a Andrés le hace ilusión montar en avión.
-Andrés es un cabrón.
-¡Jo, qué manía te ha entrado con lo del cabrón!
-Si lo digo en broma ¡Tonta! Ya verás que va a salir todo la mar de bien, va a quedar una boda “sencilla pero con estilo” como dicen las revistas ahora.
Dolega no aguantó más y tuvo que bajarse de su potente máquina y salir corriendo hacia el coche. Emprendió camino a casa todo lo rápido que pudo. Tenía terror de que se le olvidara aquel dialogo, llegó y sin ducharse ni nada se puso a escribir.
Dolega no está segura de que mañana las agujetas le permitan pestañear ó mover los dedos sobre el teclado.