Por AquaVioleta
Ayer salí un poco tarde de casa para ir a trabajar. Llegué a la parada y no llegaba el 2, que es el colectivo que suelo tomar. Cuando justo lo veo de lejos, cruzando el semáforo de José María Moreno, se había formado un embotellamiento de 5, 132 y 26 frente a la parada. Aqua ya se estaba poniendo nerviosa.
-Bien bueno -dijo.
El 5 estaba atravesado en diágonal esperando que subieran dos señores con ropa de trabajo. Hizo el amague de irse pero paró de pronto. Los dos hombres bajaron echando pestes. Miraron atrás.
El 2 se había quedado detenido entre la parada del 5 y el 86, unos metros más atrás de donde debería parar. Le vi toda la intención de irse apenas se desocupara un espacio.
-¿Corremos o no? -dijo Aqua.
Vi que los dos hombres lo detenían. Corrí. Subí como pude y me fui hasta el fondo. Por suerte no estaba tan lleno. Iba de lo más concentrada mirando la calle -suelo tener esas pequeñas divagaciones mañaneras-, preparándome sicológicamente para lo que me espera en la oficina. Y de pronto escucho:
-¿Qué te pasa, tarado? ¿Nunca viste un par de tetas, infeliz?
La voz era de una chica que pasó como una tromba hasta el fondo, un poco más allá de donde yo estaba. Iba con una blusa blanca, bien escotada, y los labios pintados de rojo sangre. Al parecer uno de los dos hombres que habían subido antes que yo le había dicho algo. No sé qué. Aqua sonrió.
-¡Me encata como putean las argentinas! -dijo.
-A mi también -dije yo y tomé nota mental de la puteada.
Para la próxima, si me toca insultar, el infeliz será el broche de oro.
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