Revista Literatura

Diario político y literario de Fulgencio Martínez, donde se habla de lo humano y lo divino, 10

Publicado el 14 abril 2012 por Agora

Jueves, 12 de abril de 2012

QUÉ TIEMPOS ÉSTOS

Aspirar un perfume que guarda en el anillo

de su mano el poeta

lentamente referente a su alma querida,

mientras pasa un cadáver camino de la hoguera.

Hablar hoy a los árboles y no hablaros del miedo

que desarbola la lengua y el rostro caído

en el fango, de cuantos vamos ya como aquellos

peleles que luchan en un grabado de Goya,

es una alevosía.

Decir impasible el verso azul y medido

no está ya al alcance de mi musa mediocre.

La hora llega en que todos no pueden almorzar.

La hora llega y me asombra con cabezas cortadas,

con pinzas de crustáceo y torres caídas

y capitales que arden por las manos de niños

hambrientos, sin más padre que su estómago.

La desesperación no es un festín tranquilo.

Yo me vi entre ellos, disputando migajas

y reservándome algunos trozos de aire

para seguir alimentando mi infancia pura.

Yo era otro

entre los que venían contra mí,

enemigos gigantes signados por el hambre

como yo. Numerosos golpean ya con mi puño

en el puño cerrado que defiende mi cena.


TRAS LA PÉRDIDA DEL REINO SEGURO

Una herida de arena en lugar de sangre

cruza un tiempo sin memoria, ni futuro.

No veo más que una extensión de piedras

desde aquí, mecido en la copa del barco.

Los bárbaros se han sentado en los tronos

vacantes de los reyes. Vaga la locura

por el campo de batalla que ya es todo

el reino. Muros son los ojos que ven

esta escena y no dan señales de alarma.

¿Dónde están mis almenas? ¿Dónde la ira

y el metal de mil brazos que protegieron

a mis tiernos retoños? ¿Qué se hizo de ellos?

¿Dónde las lágrimas por lo huido lejos?

¿Y dónde el cuidado de nuevo se torna?

¡Qué terror en la mar de fieros vikingos!


CONTROL DE PASAPORTES

He contribuido a la diversidad

de la especie humana

escribiendo bajo personas poéticas

diferentes e iguales a mí mismo.

No tengo enfermedades ni practico el yoga;

señor, solo hago versos a una chica del barrio.

No he sido comunista pero he leído Marx

y conspiro con otros para destruir vuestro orden.

Declaro que no tengo armas en mi equipaje.

Ni plantas nucleares, ni droga en los bolsillos.

Hice lo que pude por salir bien en la foto

del pasaporte y sin embargo sigo

pareciéndome. Y sin embargo, soy yo.

No tengo enfermedades ni practico el béisbol;

señor, solo hago versos a una chica del barrio.

No he contribuido a una iglesia y he matado

al Papa, que Dios me perdone: fue en otro

sueño o en otra pesadilla distinta a ésta

en que usted, señor, me mete en un cuarto

y me registra a fondo tras dejarme desnudo

y humillarme con una exploración indigna

de un ser humano; ahora me dirá

que estoy detenido: no se puede ser sincero.

He contribuido a la cultura antes de que usted

naciera, joven, y sé mis derechos.

Léamelos mientras me vuelvo a dormir.

He contribuido a la cultura y detesto

su espectáculo y a sus chiflados presidentes.

No tengo enfermedades ni practico un deporte,

señor, solo hago versos a mi chica...


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