Revista Diario
Sigo sin novedades por el frente. Los días pasan y ya llevo más de un mes en paro. Sé que hay mucha gente que lleva mucho más tiempo que yo, teniendo que mantener una familia, una casa, un perro, o un amigo invisible, tranquilos, no se me olvida, pero eso no quita para que me sienta extraña en esta situación.
Esta mañana me ha despertado un SMS -ya ni me acordaba cómo sonaban- de mi banco, informándome del ingreso de la prestación por desempleo de este mes, la primera que recibo. Un SMS que te informe de un ingreso recibido nunca me había dejado con esa sensación de vacío, de echo siempre me habían hecho ilusión, pero las cosas han cambiado.
Que me paguen por no hacer nada -además de buscar empleo, y por mucho que eso ya me lo haya ganado previamente-, no me sienta muy bien. Me recuerda todo lo que ha cambiado mi vida últimamente, lo poco que me gusta cómo está todo, la poca energía que tengo para sobrellevarlo... He visto el túnel, pero no veo la luz, y me está empezando a dar claustrofobia.
Sé que es pronto, pero siento que, cuanto más tiempo pase, más difícil será volver a empezar, y eso me agobia mientras esquivo ofertas de comerciales y falsas atenciones al cliente -queridas empresas, si todavía no es cliente, y hay que venderle el producto X, no se puede considerar cliente, y mucho menos atención al cliente, propiedad en los anuncios, por favor-, sorteo puestos para ingenieros, y otros en los que solicitan una diplomatura y dos idiomas para rebobinar VHS.
Luego está la incipiente crisis de identidad y de valía que me está sobrecogiendo. ¿Quién soy realmente? ¿Qué quiero de la vida? ¿Hasta dónde puedo llegar? ¿Para qué trabajos valgo? ¿Cuáles son mis áreas profesionales? ¿Acaso tengo alguna? ¿Habrá quién quiera pagarme por que haga algo -legal-? ¿Existe mercado para mí? ¿Me atrevería a salir de mi cuidad por un trabajo? ¿Qué pesa más, un kilo de paja, o un kilo de acero? Y así todo el día...
Estoy a ver si consigo el teléfono de Stallone, para que me ayude a salir del Pánico en el túnel...