En esta noche de ausencias dispuestas a merced de los huracanes nada logra ser bálsamo para tu tormento. Las palabras se tornan insuficientes
y mi desolada carne agota su presencia
intentando rozar en la distancia tu piel de agua,
temiendo el estremecimiento de los terremotos
que todo lo derrumban bajo nuestros pies. Y nada sirve.
¡Cuántas veces pedí al tiempo reescribir mi biografía! ¡Cuántas veces me presenté ante los dioses entregando mi ofrenda por el regalo de tu residencia en mí! Ya no hay otro mundo si tú no lo habitas, si tus abrazos no me despojan de la respiración que ambiciona recoger el aire creado en tu interior y llega impregnado del sabor de tus labios. En esta noche de extensas horas el deseo de una nueva luz me transporta. Luz para verte. Luz para amarte.