He estado cinco días fuera, como los días epagómenos del Antiguo Egipto, aunque se ha alargado en una semana completa de puro silencio. Sé que esos cinco días, traspasados al calendario actual, caen a finales de junio, por el solsticio de verano, y después han ido cambiando porque las estrellas no paran de moverse. Aun así, y sin ganas de hacer cálculos (y porque no encuentro la página de egiptología con su software para hacer números, que probé allá por 2003, números que contradicen las fechas que da Wikipedia) vienen a ser las mismas jornadas, simbólicas, fuera del tiempo.
Los 5 Heru repenet, días extras, cuadraban el calendario egipcio de 360 días civiles e indicaban el orto helíaco de Sirio (la aparición de la estrella Sirio al amanecer), que a su vez marcaba el inicio de la crecida en el Nilo y por tanto el inicio de la época agraria, por tanto año nuevo y el renacer de los dioses principales (por orden, Osiris, Horus, Seth, Isis y Neftis). Técnicamente, días extraños sin mundo, con el mundo en formación.
Y así ha llegado la limpieza de verano, con tres bolsas de basura en papeles inservibles. O la rareza de días continuados con un cielo brillante azul y luminoso. Arena de playa por todas partes, dorada como en Egipto, las profundidades y lamerse una piel con salitre. Dar paseos y compartir hamburguesas al atardecer.
Sin hacer el propósito, ni el esfuerzo ni la agenda, el ordenador se mantiene apagado. Cuando cae el sol, busco en la pantalla tableros de ajedrez con los que entretenerme. He perdido la costumbre y tengo que insistir hasta el primer jaque mate al automático contrario.
Y apenas 10 minutos al día en las redes, qué importan las noticias si en Gaza siguen, revisarlo todo en el móvil apenas unos minutos cada jornada, quizá hablar con alguien en privado. Otro aparato: cuántas veces lo he pensado hasta que coincide estos días, una de esas ofertas. Después de cinco años, vuelvo a tener una impresora propia. Un paquete nuevo de 500 folios. Incluso otro paquete de papel verjurado y cartulinas de colores, el entretenimiento del verano (por qué no, como otros veranos) puede ser la corrección del (quinto) poemario e imprimirlo artesanalmente. Ya no tengo que ir al ciber para los currículos coloreados.