Dicen que a la señora Olvido le gusta madrugar. Que cada mañana, antes de que den las seis en el reloj de la iglesia, se toma un café con su terroncito de azúcar morena y tres pastas de la tahona de Andrés. Que después, se asea con agua de rosas, cepilla sus cabellos blancos y los recoge en un moño de horquillas. Dicen que se empolva el rostro, enrojece sus labios, y perfila sus ojos de azul. Que abre la puerta del balcón y coloca allí su mecedora y sus labores…
Dicen en el pueblo que sigue esperando al esposo.
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Aunque habrá que afinar más en el 2015.
Aquí, podéis leer todos los micros.