Revista Literatura

Dichos y hechos.

Publicado el 15 febrero 2011 por Marga @MdCala

Nada hay más vacuo que dar instrucciones en cuestiones sentimentales. Recuerdo cuando hace años un -por aquel entonces joven- conocido me pedía ansiosamente consejo sobre qué hacer con respecto a su nueva pareja. Yo -que por aquel tiempo también era más ingenua e impulsiva- me mojé, tomé partido y le di mi lógica respuesta a su ilógica actitud: debía romper aquella relación y centrarse en asuntos más importantes y encaminados a conseguir un futuro más coherente y próspero. La opción que él consultaba sólo podía traerle quebraderos de cabeza y dificultades económicas... Fueron varias charlas y muchas horas dedicadas. Creí haberle convencido y así me lo hizo saber: rompería la relación, retomaría su trabajo donde debía hacerlo y se dejaría de perder y hacer perder el tiempo.
Ese fue el dicho. El hecho fue la boda...
Nada de lo hablado se materializó, salvo la idea primaria y única en su mente desde un principio. El porqué de aquellas conversaciones, preguntas, afirmaciones, y demás sólo puede saberlo él. Para colmo, yo quedé marcada para siempre como la persona que no facilitó la que -a la postre- sería su decisión definitiva. Hasta la fecha, claro...
Hay que tener cuidado con esto y opinar lo justo y necesario. Cuanto menos, mejor: yo aprendí bien la lección y ahora me limito a escuchar y asentir. No soy nadie para aconsejar en cuestiones amorosas, por mucha solidaridad que pueda sentir y por claro que vea el asunto. No soy yo quien va a convivir con esa otra persona, objeto de análisis, y por tanto mi papel es mínimo cuando no nulo. Porque tampoco quiero ser hipócrita y a veces cuesta mucho comulgar con ruedas de molino...
También aprendí -de esto hace menos tiempo- a no desnudar en público mis problemas íntimos, precisamente porque no todo el mundo sabe guardarse sus consejos e impulsos y limitarse a ejercer de diplomático confesor. ¿Y quién quiere saber -gratuitamente- lo que alguien piensa de nosotros, nuestra pareja o familia...? Pues eso.
Como dice el Refranero: Entre padres y hermanos, no metas las manos... y Entre marido y mujer, nadie se ha de meter...
Así sea. Así es.

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