Revista Talentos

"Dichosa ella [...] que tiene mucho de donde y de qué comer"

Publicado el 14 agosto 2016 por Sylvia
Después de una semana muy pesada, ya solo con restos de la varicela de B, me tomé un rato de la tarde de vacaciones. Fui a un café cerca de la casa, pedí un frapuccino mocha y empecé El Diosero, de Francisco Rojas González. Qué dulzura desde los primeros párrafos; qué intensidad de esa que se siente en el vientre. Deberían darlo a leer en secundaria.
Para el tercer cuento, todavía me quedaba café, pero tuve que regresar a mi casa. Era "Las vacas de Quiviquinta"; un cuentito que empieza describiendo el hambre de Estaban Luna y del resto del pueblo de Quiviquinta. Del resto del pueblo, pero no de la bebé que tiene su teta.
El jueves, Esteban y Martina van al tianguis con la niña, a ver si pueden vender a "búlique", la gallina...
La niña sigue llorando; Martina hace a un lado la caña de azúcar y cobra a la hija de los brazos de su marido. Alza su blusa hasta el cuello y deja al aire los categóricos, los hermosos pechos morenos, trémulos como un par de odres a reventar. La niña se prende a uno de ellos; Martina, casta como un matrona bíblica, deja mamar a la hija, mientras en sus labios retoza una tonadita bullanguera.
Una pareja bien comida llega al tianguis en automóvil. Por setenta y cinco pesos al mes, Martina se va con ellos para hacer de nodriza.
- ¡Quiero! -responde ella. Y luego al marido mientras le entrega a su hija-: Anda, la crías con leche de cabra mediada con arroz... a los niños pobres todo les asienta. Yo y ella estamos obligadas a ayudarte.
Tuve que irme a mi casa, a ver si ya quería teta mi niña. Estaba dormida. Seguí leyendo.
Silvia Parque

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