En primer lugar va uno de mis poemas, uno de los primeros, muy sencillo, dedicado al invierno. Luego unas breves memorias también invernales, y para finalizar música invernal de diciembre y magia y su voz de nieve...
--- Al Invierno ---
A las noches solitarias en la tierra,
a las heladas mañanas que despiertan,
a la pálida nieve que yace en la sierra
y al granizo, que los tejados golpea.
A los paraguas mojados por la lluvia,
al aire salpicado por los truenos,
a las hojas empujadas por el viento
y a las goteras, que surgen de los techos.
Al frío de la noche en las montañas,
a los cálidos hogares de los pueblos,
a los blancos tejados de las casas
y a los rayos, fugaces en el cielo.
A las personas abrigadas en las calles,
a los animales aletargados en guaridas,
a las plantas resguardadas del mal tiempo
y a todos los sueños de la vida,
y al invierno.
Kate Bush - “December Will Be Magic Again” - Snowtime Special
Un invierno cualquiera de mi infancia y juventud, ¿cómo sería?. Recuerdo que siendo como eramos seis hermanos, a veces mi madre nos metía a varios en la misma cama, así estábamos mucho más calentitos. Como no teníamos muchas mantas mi madre, una vez todos metidos en las camas, nos colocaba encima abrigos, chaquetas y cualquier ropa que pillaba. También nos tejía ella misma gruesos calcetines de lana, los cuales se denominaban en nuestra isla unos “peluts”, (peludos). Yo siempre era el último en dormirse por una sola razón: me fascinaba escuchar antes de medianoche las campanadas del campanario de la iglesia. Dios mío, aquello era todo un lujo, las noches de invierno eran verdaderamente silenciosas, y cuando lo único que se oía era el débil respirar de mis hermanitos y hermanitas, empezaban a sonar en las horas punta las campanadas del reloj de la iglesia, sonaban a respeto sagrado, a bronce puro gastado pero ennoblecido por el debido uso, sonaba a vejez y experiencia, a templo, a honor, a algo cuasi divino, qué hermosura, cuantos años disfrute de aquel manjar musical. Unos años más tarde cambiaron aquella sagrada campana, creo que sin motivo aparente, nunca escuché un motivo válido, por otra que sonaba a cacerola de aluminio, y me embargó la tristeza, y en esta noche fría de invierno la recuerdo y le rindo este pequeño homenaje, desde este trocito mío de infancia perdido ya para siempre en el tiempo.
También me acuerdo que en los días de viento tenía miedo, porque en nuestra vieja casa las ventanas carecían de cristales, (bueno, exceptuando en la habitación de mis padres en la planta baja); ocurría entonces que en las noches de viento, este empujaba la madera de las ventanas, y yo siempre pensaba que alguien pretendía empujar para entrar, y me hundía más en la cama, escuchando ensimismado si se oían pasos ya entrando en la habitación. Por otro lado, y esto ocurría ya en mi época juvenil, me acuerdo que me acostaba leyendo bajo la luz de una tenue lamparilla de mesa, (yo era el único en mi casa que leía), y más tarde me dio por empezar a escribir poemas y relatos. Y a veces ocurría que de repente empezaba a llover y las gotas repicaban sobre las tejas de cerámica, produciendo un peculiar ruido que me parecía triste y hermoso a la vez, y me echaba en la cama cerrando los ojos, y escuchaba la dulzura de aquel momento. Podría seguir escribiendo y escribiendo sobre el tema, pero estas cuatro pinceladas creo que sirven como mero ejemplo, espero os hayan gustado y sobre todo que os hayan trasladado también a vuestra infancia invernal...
Xim #09