Expedición en un lugar desconocido
Me sentía como Dorothy saliendo de su casa después del tornado, pero yo no iba saliendo de casa, iba entrando y tampoco hubo tornado, solo que no hubo nada antes.
Para llegar al bosque había que pasar por los troncos y no niego que lo intenté, pero las zapatillas no ayudaban, pensé en quitármelas, pero de tanto pensar, desistí de la idea de cruzar hasta el cerro. Desde esa perspectiva se veía igual de bonito.
El Haitiano
Cuando llegué a casa, con mi amiga, estaba mi padre y mi madre besándose con ternura y atrás de eso un hombre, alto, bien formado y de piel negra. Pero no de ese negro intenso, sino de ese moreno intenso, pero que sabes que no son Chilenos.
Era un sobrino lejano de mi padre, era Haitiano, era hijo de mi tio Gustavo (Q.E.P.D) y era realmente guapo. Se iba a quedar en casa, y el único espacio para dormir era la plaza que sobra de mi cama de dos plazas, ¡yo estaba feliz! Me había gustado, le preguntaba si acaso le gustaba Chile, él decía que si. Él era carabinero, es mas, él era el carabinero con el que me crucé en la bajada del metro.
En algún momento en mi cuarto, lo besé, sus besos eran tiernos, pero él era de sangre caliente como dice mi madre:
- ¿vamos a hacer cosas buenas? – decía él.
- ¿A qué te refieres? – Decía yo.
- A tu cama.
Había comprendido perfectamente el lenguaje, pero había comprendido también que hace un par de minutos le había dicho lo mismo a mi amiga. ¡Que fresco!, pero encantador y aquí entre nos, si quería hacer cosas buenas, solo que mi madre, con su sabiduría de madre, me dejó imposibilitada de meter a la visita a mi pieza, específicamente a mi cama. Cuanto saben las madres.
Esconder las caras
Cuando ya nos dábamos la espalda me largué a reír, su traje me parecía estúpido y gracioso y me reia en efecto de él. Pero luego le grité- ¡¡¡Oye!!! Haciendo referencia a su mala educación por verme y no saludar. Luego, pensando lo ocurrido, dije – Que importa- y continué con mi camino.