Entre todo lo que disfruté de la entrega de los premios Oscar de ayer, lo que en definitiva voy a recordar es el entrañable abrazo entre Alfonso Cuarón y Guillermo Del Toro. [AQUÍ, fotos.] Spike Lee y Samuel L. Jackson también se dieron un gran abrazo, pero a mí los cineastas mexicanos me llegan al alma como si los conociera.
Pienso en la evidente satisfacción de Guillermo Del Toro al nombrar a su amigo como ganador. En la expresión de gusto de Diego Luna al presentar Roma. En el detalle de Cuarón, de mencionar a Del Toro y a González Iñárritu.
Dicen que Dios los cría y ellos se juntan. Yo creo que es bien importante con quién nos juntamos. Hay que revisar si estamos en el lugar que nos corresponde y nada mejor que revisar quién está en nuestra vida. ¿Nos nutren con su presencia? ¿Nos hacen estar más a gusto de ser quiénes somos? ¿Deberíamos movernos en ese circuito?
Me gusta la expresión "circuito" porque se refiere a una red con trayectoria cerrada. El mecanismo del circuito es atrapador, como sucede con cualquier dinámica. Así pasa con las redes de personas en nuestras vidas, personas que nos reflejan y al identificarnos de una manera u otra, nos dicen quiénes somos; personas que nos dicen qué es posible a través de la forma en que viven, conforme a sus límites; personas con un lenguaje -no solo en cuanto a su vocabulario- que determina una realidad u otra. Un circuito puede convenirnos o no, independientemente de cómo sean quienes lo integren -buenos, honestos, cínicos, flojos- e independientemente de los afectos implicados.
Silvia Parque