¿Qué recuerdo de tu vida te abrazará momentos antes de morir? ¿Hubo un evento, que al ocurrir no revistió mayor interés, pero que a las luces del presente fue una clara evidencia de haber vendido tu alma al diablo? En El hombre que perseguía al tiempo fue un piedrazo que acaba con la vida de un ave. Específicamente un grajo. Los grajos son parecidos a los cuervos, pero las diferencias que los distinguen son sustanciales. La autora habla de ellos en apartados que irrumpen entre la trama a modo de analogías y simbolismos mitológicos de fuerte impacto visual y poético. Un descanso reflexivo en medio de una narrativa agobiante, cerca de la novela gótica, que nos muestra a su protagonista, William Bellman, un workaholic obsesivo del tiempo muy eficaz para los negocios que atravesará con indiferencia la devastación que el tifus propaga en un Londres donde todo está por inventarse. La vida privada de Bellman será una pesadilla en contraposición al excelente rendimiento de su empresa textil. Al borde del abismo familiar conoce a un extraño señor vestido de negro al que apodará Black, su némesis y bisagra de la historia que oscurece la paleta ya gris del relato. Apenas el tifus se retira, William inaugura la primera gran tienda de complementos funerarios con total éxito, aunque cada ascenso en su gráfica de rendimiento será un escalón más hacia su tumba. Se desata así una serie de observaciones sobre el tiempo, la memoria, el pensamiento y la salud vital siempre entretejida por una narrativa de masticación lenta y detalles que parecen imprescindibles. En uno de los últimos separadores sobre los grajos se lee: “En marcha, sobrevolando la última página en blanco, más allá de la contracubierta, en dirección a una región desconocida, vuestro grajo recogerá la historia de cada cual. Después volverá sin vosotros. Y más adelante, llegado el momento, se elevará a la blanca página del cielo, donde participará en el ritual más importante de su especie”. Se trata, también, de una novela sobre la cruzada que representa la carrera literaria. ¿Quién es quién en un mundo de símbolos, cosas y transmutaciones? ¿Somos unidad o multiplicidad? ¿La muerte nos entierra o nos eleva? Preguntas como nube de cuervos que como sabemos, comerán nuestros ojos. Esos órganos que usamos para ver, conocer la realidad.
Dinámica de grajos
Publicado el 31 octubre 2015 por Pablogiordano¿Qué recuerdo de tu vida te abrazará momentos antes de morir? ¿Hubo un evento, que al ocurrir no revistió mayor interés, pero que a las luces del presente fue una clara evidencia de haber vendido tu alma al diablo? En El hombre que perseguía al tiempo fue un piedrazo que acaba con la vida de un ave. Específicamente un grajo. Los grajos son parecidos a los cuervos, pero las diferencias que los distinguen son sustanciales. La autora habla de ellos en apartados que irrumpen entre la trama a modo de analogías y simbolismos mitológicos de fuerte impacto visual y poético. Un descanso reflexivo en medio de una narrativa agobiante, cerca de la novela gótica, que nos muestra a su protagonista, William Bellman, un workaholic obsesivo del tiempo muy eficaz para los negocios que atravesará con indiferencia la devastación que el tifus propaga en un Londres donde todo está por inventarse. La vida privada de Bellman será una pesadilla en contraposición al excelente rendimiento de su empresa textil. Al borde del abismo familiar conoce a un extraño señor vestido de negro al que apodará Black, su némesis y bisagra de la historia que oscurece la paleta ya gris del relato. Apenas el tifus se retira, William inaugura la primera gran tienda de complementos funerarios con total éxito, aunque cada ascenso en su gráfica de rendimiento será un escalón más hacia su tumba. Se desata así una serie de observaciones sobre el tiempo, la memoria, el pensamiento y la salud vital siempre entretejida por una narrativa de masticación lenta y detalles que parecen imprescindibles. En uno de los últimos separadores sobre los grajos se lee: “En marcha, sobrevolando la última página en blanco, más allá de la contracubierta, en dirección a una región desconocida, vuestro grajo recogerá la historia de cada cual. Después volverá sin vosotros. Y más adelante, llegado el momento, se elevará a la blanca página del cielo, donde participará en el ritual más importante de su especie”. Se trata, también, de una novela sobre la cruzada que representa la carrera literaria. ¿Quién es quién en un mundo de símbolos, cosas y transmutaciones? ¿Somos unidad o multiplicidad? ¿La muerte nos entierra o nos eleva? Preguntas como nube de cuervos que como sabemos, comerán nuestros ojos. Esos órganos que usamos para ver, conocer la realidad.