Revista Literatura

Dionisio y familia

Publicado el 10 marzo 2011 por Gasolinero

A la vuelta de la esquina de la calle donde estaba la casa en que nací vivían unos vecinos con los que nos unía una férrea, antigua y carnal amistad. Eran una pareja de viejos con un hijo mozo y una prima solterona.

Ya que mi madre trabajaba nos mandaban a pasar la tarde con ellos; allí merendábamos. Me encantaban los huevos pasados por agua, en la yema mojaban trocitos de pan que devoraba con fruición. Hacían lo mismo con los tomates, sopas mojadas en las tripas. Generalmente era la prima la que se encargaba de darnos de merendar. Era coja. Andaba sobre los dedos doblados de un pie y no se peinaba con moño cómo entonces se estilaba, sino con el pelo corto, a lo garçon. No recuerdo si fuese viuda en vez de solterona, me suena haber oído que su marido murió en la guerra; pude haberlo escuchado de otra persona. Ocupaba un par de habitaciones que daban a la calle; tenía sobre una cómoda un cuadro muy grande con la Virgen de Cortes subida en un árbol  y unos pastorcillos rezando arrodillados.

La pareja dormía en el interior de la casa, en una alcoba que daba a una cocinilla con el piso de tierra. Separada de ella por dos pesebres formando una puerta que cerraban con una cadena estaba la cuadra. Tenían una mula y un burro que escuchaban sus conversaciones. En los pesebres ponían piedras de sal muy grandes que las caballerías chupaban con insistencia. Pegada a la pared de la cocinilla había un gran sofá de madera, la banca, donde dormía el hijo.  Había una chimenea y sillas bajísimas con el asiento de anea.

El hombre, llamado Dionisio, vestía con blusa gris, chaleco, pantalones de pana y boina; usaba un reloj de bolsillo marca Roskoff sujeto por una cadena al chaleco y al que protegía del polvo con una funda de tela. Ella, Severiana, vestía siempre de negro y se peinaba con moño. Eran los dos muy sentidos, empatizaban con cualquiera y se adolecían de todo el mundo.

Años más tarde me contó mi padre que no estaban casados. Que Dionisio casó muchos años antes con otra mujer de la que no me dijo el nombre. Una mala mujer a la que por no matarla tirándole una lancha de piedra encima, eran picapedreros, cuando se enteró de sus traiciones, la echó de casa. Ella se fue a Valencia llevándose el hijo que tenían. Años más tarde formó una nueva familia con Severiana; tuvieron este hijo. Se pudieron casar en 1980 tras vivir juntos más de cuarenta años. No lo necesitaban pero les hacía ilusión.

Los  vi por última vez una vendimia que nos vinieron a ayudar, Dionisio anduvo todo el día llorando pues se les había muerto el gorrino que con tanto celo estaban criando. Al poco falleció el primero y en seguida el otro, no recuerdo el orden, se ve que no podían pasar el uno sin el otro. Las cosas se habían puesto mal con el hijo y no fuimos a los entierros, cosas que pasan.

www.youtube.com/watch?v=JESaaRsriJE

 


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