Caída del Hombre, pecado original y expulsión del Paraíso - Miguel Ángel |
Sentados en los bancos de la plaza, un grupo de hombres reunidos, contaban historias sobre espantos mientras bebían ron. - En las noches sin luna, como la de hoy, el mismísimo Demonio pasea por el cementerio vestido todo de negro, de pies a cabeza, dicen que es porque anda buscando ánimas para llevárselas al infierno – relataba con voz grave uno de los hombres.Reían a carcajadas para simular el miedo que se había apoderado de ellos. Negaban la veracidad de las historias burlándose de ellas. La sangre que corría por sus venas estaba colmada de alcohol. Era medianoche y las calles permanecían solitarias. - Compadre, tengo que irme a mi casa. Mi mujer me espera y si no llego temprano va a pelear – balbuceó uno de los hombres.- A mí me parece que usted no se va porque su mujer lo espera, usted se va porque tiene pavor de que le salga el diablo. – respondió el otro con ironía.- No diga tonterías, compadre, yo no le temo al diablo. Ese bicho no existe.Se despidió de sus otros amigos; al caminar tropezaba con las aceras y los árboles de la plaza. La noción que tenía de la realidad era ambigua, la embriaguez no le permitía pensar con claridad, sin embargo, sabía que para llegar a su casa tenía que recorrer la fachada del cementerio y darle la vuelta hasta la manzana siguiente. Estaba atemorizado, pero se llenó de coraje para poder continuar su camino. Al pasar frente al camposanto escuchó la voz de un hombre que decía:- Uno para ti, otro para mí; uno para ti, otro para mí.Se quedó paralizado del miedo, no sabía qué hacer. Por fin reaccionó y al asomarse por una pequeña rendija de la pared, vio que sobre una tumba estaban sentados dos hombres, uno de ellos vestido de blanco y el otro de negro, en sus rostros no había facciones, solo una masa negra que botaba fuego por la frente. Asustado corrió hacia la plaza.- ¡Compadre!, ¡Compadre! – dijo con voz entrecortada.- ¿Qué le pasa mi amigo? Parece que acaba de ver al diablo.- ¡Así es, compadre! ¡En el cementerio están Dios y El Diablo repartiéndose los muertos!- ¿Cómo es eso?- Bueno, como le digo. Los acabo de ver. Venga conmigo para que lo compruebe con sus ojos.El compadre, se burlaba de lo que decía el amigo, sin embargo, lo acompañó. Trataban de ir con paso apurado, pero la ebriedad no se los permitía. Llegaron al cementerio y el sonido de una voz los atrajo. Al acercarse a la pared escucharon:- Uno para ti, otro para mí.Los rostros de los hombres palidecieron. Se abrazaron recostándose en la pared para no caer al piso. En ese instante la voz exclamó:- Falta repartirnos los dos que están afuera.Los compadres se miraron aterrorizados ante lo que acaban de escuchar y con la voz quebrada uno le dijo al otro:
- ¡Huyamos, compa, que esos somos nosotros!