La mariposa inicia el vuelo y parece que el imperceptible ruido de su aleteo haya despertado a la joven. ... Enfrente suyo, con un fondo de montañas, un lago en el que, a pocos metros de distancia, sobresale un peñasco sobre el que hay un par de buitres. ...
De cerca de la isla salen dos arcos iris, el interior más intenso que el exterior , entre ambos el cielo es más oscuro. ... Ella se restrega los ojos como para acabar de despertarse y su cara demuestra una intriga que se acentúa, aún mas, al ver al enano y a la puta.
Aún no le ha dado tiempo de entender el entorno cuando ve, por la izquierda, aparecer un hombre. ... El hombre sigue con su mirada la trayectoria y por la sonrisa que se ve en sus labios parece satisfecho. ... Se dirige hacia la roca del lago y al pasar junto a los buitres saluda a uno de ellos. ...
El hombre se dirige hacia el arco iris de color más intenso y subiendo por él, desaparece en el cielo.
La puta y el enano siguen durmiendo plácidamente.
...Por suerte los clientes estaban casi todos concentrados en Nueva York y solo tuvo que hacer dos desplazamientos: uno a Filadelfia, que hizo en un solo día, y el segundo a Washington que le tomó un par de días.
La rutina era siempre la misma, fuese en el despacho del cliente, en la suite que ocupaba en el Ritz de Central Park, o en la Sala Este del Restaurante Per Se.
En alguna ocasión tuvo que usar una de las cinco presentaciones que llevaba preparadas en su Mac Book Air, cosa que le molestaba profundamente pues le hacía parecer un joven ejecutivo, pero eso había sido la excepción. ...
La primera semana la había dedicado a visitar los clientes mas alejados. ...
En Washington tanto Greenspan como Paulson, algo menos Lockhart, le habían complicado la reunión a base de dudas fingidas y de regateos mas propios de un vendedor de diamantes de la Quinta Avenida, que de los cargos que ocupaban. Le había sorprendido especialmente Greenspan, al que conocía de cuando era estudiante en Columbia, que evolucionaba a peor de un año para otro. ... Tuvo que hacer mas concesiones de las habituales, pero al final llegó a un acuerdo con cada uno de ellos. ...
De vuelta a Nueva York la cosa fue rodada. ...
Martin Feldstein, en AIG; Richard Fuld de Lehman Brothers; Stanley de Merrill Lynch, Daniel Mudd de Fannie Mae, Lloyd C. Blankfein de Goldman Sachs; Luis Isasi de Morgan Stanley y por último David M. Cote de JP Morgan, la crème de la crème del mundo financiero. ...
Satisfecho y después de comerse un plato de ostras y perlas en Per Se, su restaurante favorito, miró un mensaje de su agente en España, lo reenvió a su ayudante (no le interesaban los contratos con particulares), bajó por las escaleras de la estación de metro de Columbus Circle, dejando a un lado la bola del mundo sujetada por cuatro águilas, y se fue a su casa.
...Cuando había salido de casa el cielo estaba cubierto por unas nubes casi transparentes que no hacían presagiar que iba a llover tanto y no había cogido el paraguas. ... Al principio no le hice demasiado caso, era el típico que se pasa todo el rato manipulando su teléfono móvil, sin prestar atención a nada de este mundo. ... Su actitud iba mucho mas allá de la de un adicto al móvil pues se mostraba muy agitado y nervioso, sus dedos saltaban compulsivamente de una tecla a otra de su Blackberry. No pude evitar girar la cabeza y mirarlo fijamente, primero a sus manos para luego acabar con mis ojos clavados en su semblante.
...
Al cabo de mucho tiempo durante el cual no pude mover mi mirada, él, como si hubiera tenido un instante de lucidez me miró olvidándose del teléfono y de sus teclas. Su mirada transmitía un “ya lo se, lo que hago no es normal, pero si sintieras lo que yo siento, me entenderías”, y para confirmar ese mensaje me hablo.
—No, no estoy loco. Ya se que piensa que lo estoy, pero no lo estoy a pesar de lo que me ha pasado y me está pasando aún.
Yo no sabía si negar mis evidentes pensamientos con un “no, se equivoca, yo no estaba pensando nada parecido a eso”, seguirle la corriente o apurar el café y levantarme de la mesa. ...
— Veníamos a este bar muy a menudo cuando éramos jóvenes. No era como ahora un bar para turistas, era un frankfurt como otros muchos en Barcelona, con la ventaja de que este salón apartado estaba solitario a las cinco de la tarde. ...
Yo no tenía muy claro, a pesar de sus ojos fijos en mí, si me estaba hablando o estaba recordando para si mismo en voz alta.
—Lo dejamos cuando yo tenía diecinueve y ella diecisiete… solo dos años…, nunca mas supimos el uno del otro hasta hace cuatro meses en que nos encontramos casualmente en Facebook. ...
Yo no sabía en absoluto que decir y opté por levantarme de la silla. ...
—No se vaya, por favor. ...
El tono de su voz tuvo mas fuerza para detenerme que su brazo. ...
—No le entretendré mucho y si se quiere ir ahora mismo hágalo, yo no soy nadie para retenerlo aquí.
Me senté otra vez y volví a mirar su cara que ahora reflejaba angustia, miedo y una melancolía como no había visto nunca reflejada en la cara de nadie.
—Imagínese después de treinta y cinco años vuelves a encontrar a tu único amor y descubres que también eres su único amor. Lo dejamos todo el uno por el otro, vivimos dos meses de una felicidad que nadie puede ni siquiera imaginar, y ahora se está muriendo, sin solución, sin tiempo para disfrutar, sin tiempo alguno.
—Lo siento mucho, pero…
—No, no hace falta que lo sienta. ...
El tono de sus palabras reflejaban la atroz angustia que llevaba en su interior.
—Los médicos no han dejado ni una brizna de esperanza. ...
Intrigado por el tono enigmático de estas últimas palabras me atreví a preguntar
—¿Otras cosas?
—Contactos especiales que me ha proporcionado un amigo mío, pero…— y como continuación de la respuesta me enseñó primero un SMS en que decía “No puedo atenderlo pq estoy en medio partida golf. Acuda a su párroco o rece un rosario” y un segundo en el que se podía leer “No interesan almas de particulares solo al por mayor si tiene alguna oferta mas interesante envíe otro SMS”.