Magazine

Dirán que tienes la culpa.

Publicado el 03 julio 2013 por Tradux @TraduxNews

Dirán que tienes la culpa.
Y no necesitan palabras. El gesto despreciativo de quien sella tu carnet de parado. La desgana del empleado que recoge distraído tu currículum, un esbozo de tu vida resumida cuidadosamente en dos míseros folios. No tendrá la deferencia de, al menos, leerlo; te olvidará enseguida. Lo sabes. Lo percibes.
Y duele, en ese cálido refugio de la dignidad que es tu orgullo. Todo currículum merece apenas un indicio de respeto. En estos tiempos de frío para el hombre conviene remarcar lo más obvio. Por no dejarnos llevar por esta corriente de desprecio.
Dirán que tienes la culpa.
Por caer en el embrujo de la lectura, por buscar asilo entre unas páginas. Las humanidades encierran un peligro constante: caer atrapado en el canto hipnótico del asombro. Toda biblioteca acoge un universo. Toda librería adopta la forma de un laberinto; reflejo de las sutiles circunvalaciones del cerebro que palpita en la oscuridad del cráneo. Somos lo que escuchamos y vemos. También lo que leemos: la escucha más silenciosa y atenta de la que somos capaces ¡Cuántas noches no habré recibido la cálida mesura de Sócrates en boca de Platón! ¡ Cómo olvidar aquélla vez en la que Verne me invitó a adentrarme al centro de la Tierra! ¡Acaso no fui huésped de un sanatorio para tuberculosos en una Montaña Mágica, refugio de tiempo y saber! La vida, una espiral que acaba bruscamente, me plantea más de una pregunta ¿Cuál será mi último libro? ¿Quién me dará el último beso? ¿Habrá merecido la pena?
Perdidos para la ambición mundana, acogidos en este laberinto, todos somos culpables. Por amar la palabra y venerar el silencio.
Dirán que tienes la culpa.
Le debo a mi amiga Amelia un regalo: la palabra "procrastinar". Se nos acusa de adoptar una actitud diletante, poco pragmática. Nuestro tiempo, que fluye como una clepsidra o un reloj de arena, tiene el aroma de la piedra, el color de lo añejo. Es relativo, fluctuante, caprichoso. Asumimos el riesgo de estudiar al hombre, y por ello ejercitamos la mirada del artesano. Historia, filosofía o sociología son amantes fieles y exigentes: nos embaucan en un sendero que conviene transitar con los ojos bien abiertos, vacíos de toda urgencia. Hay vértigo en este ejercicio de paciencia, porque a menudo se pierde uno en los adentros, en oquedades profundas y ancestrales.
En-si-mismados.
Es fácil confundir el análisis último, profundo, con la indeterminación. Surge entonces la pregunta, mil veces repetida: la historia, filosofía, sociología, ¿para qué sirve? ¿No habría sido mejor estudiar algo útil?
Dirán que tienes la culpa, porque no se escuchan. Saturados de estímulos tramposos, nos hemos olvidado de acunar el recuerdo. La vida transpira instantes vacíos, frenéticos e inmediatos.
Te empujan, molestos. ¿Por qué te detienes? ¿Por qué entorpeces el paso?
Porque tu tiempo es otro.
En un pentagrama hay muchos signos de silencio. Sin ellos, no habría música ni compás. ¿Por qué estudiaste humanidades? Porque sabías de la existencia del silencio, y querías formarte en la calma. Un traductor reposa el texto hasta que le habla, hasta que el contexto ubica una expresión que rondaba por entre los dedos quietos en el teclado. Una máquina jamás podrá traducir. Porque le falta intuición, curiosidad y paciencia. Porque, a menudo, escribir consiste en borrar. Porque hay silencios en una partitura.
Dirán que tienes la culpa.
Parménides lo advirtió hace miles de años:
"Porque la impotencia que sienten en el pecho es lo que guía su pensamiento errático mientras se ven arrastrados, aturdidos, sordos y ciegos a un tiempo, multitudes indistinguibles e indistinguidas"
¿Sabes? Te está hablando a ti. Encuentra refugio en estas palabras y muéstrate tranquilo.
Dirán que tienes la culpa.
Y es cierto.
Antonio Carrillo

También podría interesarte :

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Quizás te interesen los siguientes artículos :