Revista Diario

* disertaciones de un jabalí: sábato automático sin corrección

Publicado el 25 noviembre 2010 por Chinopaper

La cuchara redonda revuelve la sopa. Chorrean fideítos, moñitos no, municiones, cabellos de ángel. Y se acabó. Mi novia es guionista y me ayuda, mejor dicho trata de ayudarme, porque yo soy difícil, a ser un hombre mejor. En este tiempo atravieso la infeliz etapa de creer que para ser un hombre mejor tengo que escribir más, mucho, escribir a rolete, sacarme de encima cosas que ni yo mismo sé que están ahí. Pero no puedo escribir, no me sale una puta palabra. Sigo siendo un hombre malo. Nunca pude someterme a ningún tipo de método. Creo que este tema de los métodos sirve para actividades poco expresivas; es decir, no me parece que la escritura, esa tarea que tanto nos duele, en la que nos desnudamos y nos arrancamos los pedazos para que impíos lectores nos devoren pieza a pieza llenándose de horror, lástima, aburrimiento o fascinación, sea susceptible de ser regulada bajo los preceptos de algún método. Salvo que quisiéramos empalagarnos de artificios, no lo veo posible. Todo método, como toda fórmula, persigue la efectividad, no importa demasiado el daño colateral. Una vez preso de una fórmula, sin que importe un carajo nada de nada, cualquier hijo de vecino que maneje con corrección un procesador de textos puede llegar a ser Danielle Steel, o Robin Cook, o cualquiera de esos alfeñiques, y llegado el caso de querer disfrazarse de arriesgado, y no me importa cuántos pongan el grito en el cielo porque hablo siempre desde el lugar que más me gusta, el prejuicio, cualquiera puede llegar a ser (Dios no lo permita) Stephen King. El “fenómeno” del terror es una mierda. Sábato también es una mierda, Bioy es una mierda. Y el cielo de los intocables se llena de gritos de quién sabe quién, llorando por ídolos de barro. En esto no existen los ídolos, aprendan, repitan y escríbanlo cien veces; los ídolos estallaron hace tiempo. Y ahora resulta que Palahniuk es una maravilla, ¿me están jodiendo, no? El buen Chuck le debe a David Fincher una monumento más grande que el Coloso de Rodas. Qué jodidos estamos.

Es de noche otra vez, y a pesar de que fue una buena semana me siento como siempre. Vacío. Hoy leí sobre la muerte sorpresiva de un joven y supuesto genial escritor y periodista uruguayo, yo no lo conocía, pero parece ser que ahora, después de muerto, es más genial que antes. Se resalta su carácter, su vehemencia, su tenacidad, su estilo crudo y la mar en coche. Murió con menos de cincuenta años. Otro boludo más. Seguramente era una mierda como todos los otros. Y vos acá, con 35 y en bajada por el tobogán; la ficha cae y de pronto te das cuenta de que se te acabó la cuerda. Una lástima, pero sos una mierda igual que todos; Bioy, Sábato, Cook, el uruguayo. La diferencia es que vos no echaste olor por ningún lado. La bocha salió larga y no llegaste. Hoy los dientes se te pudren mientras vas a buscar a los chicos al colegio. Hoy tu mujer se compró una crema nueva, y después de mirar la novela se hizo la paja encerrada en el garaje para que nadie la escuche. Hoy casi se te para. Hoy tu viejo te confesó que es puto y vos ni siquiera parpadeaste. ¿Quién es este viejo puto? Ayer macho alfa y hoy sopa fría y olvidada. Oraciones cortas que queman el papel como un chorro de vómito sobre la piel. Un vómito parecido al que debió haber lanzado la no tan joven promesa uruguaya cuando un paro cardíaco le cortó la carrera sin avisar. Si me acordara el nombre todo esto tendría algún sentido, o por lo menos sería un poco más gracioso. Porque la gracia no depende de las barbaridades que se digan, sino de la capacidad de interpretación. Es una cuestión de competencias, el problema es que estamos rodeados de incompetentes. El miedo es igual. Miedo es el teléfono a las tres de la mañana, no un payaso de mierda, no un travesti conflictuado, no un vampiro reflexivo ni un extraño con una tenaza en la mano. Miedo es saber que podés ahorcar a una persona con tus manos, miedo son dos días exactamente iguales, miedo no es prender un fósforo en la oscuridad, miedo no es un ciego. Y otra vez el viejo choto de Sábato y otra vez los gritos en el cielo y las maldiciones sobre mí para que baile sobre lenguas de fuego por toda la eternidad. Y así las cosas.

¿Sería de Peñarol? Tendría que averiguar. Podría cruzarme a Uruguay e investigar, hasta quizás me haga famoso a costa de otro escritor reventado al que le gustaba sacarse fotos graciosas. No, ni en pedo, yo no me voy a romper el culo para ser famoso; eso siempre me lo dice mi novia, que es guionista ¿les dije?. Todo el tiempo me corre con que yo no hago ningún esfuerzo para conseguir lo que quiero. Obviamente tiene razón, pero yo opto por no darle bola y seguir lamentándome de mi desgracia sin mover un dedo, como buen miserable. Soy un hombre de ideas, no de acción. Yo pienso, yo no hago, para tomar riesgos hay gente entrenada (no me refiero ni a Sábato ni a Palahniuk, por decir alguien, arriesgaría que tampoco al uruguayo, pero no lo conocía). Y así se te va la vida, muñeco, pensando qué querés hacer cuando cumplas 36, y después de la caída libre, el final del tobogán te deje estrolado en el arenero de la plaza, mientras tus hijos y los hijos de otra gente cualquiera te miran sin entender que si no hacen algo van a terminar como vos.

(Les dejo la nota que leí y que sirvió como disparador. El escritor uruguayo se llama – llamaba- Gustavo Escanlar. Sirva de humilde homenaje este texto que sin control ni filtro alguno, fue lo primero que pude escribir en bastante tiempo. Gracias, Cabeza.) El link: El Pibe Cabeza

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