Revista Diario

* disertaciones de un jabalí: seek & destroy

Publicado el 29 junio 2012 por Chinopaper

Somos hipócritas. Nos llenamos la boca con palabras vacías que nos sirven como estandarte representativo e identificatorio de nuestro gran compromiso y tesón en averiguar o develar el propósito único del hombre. La verdad es que no nos interesa. Acercarse cada vez más a la respuesta buscada – la que complementa el mantra repetido desde el comienzo de los tiempos: ¿cuál es mi misión? ¿para qué estoy? ¿cuál es el sentido de todo esto? – es enfrentar cara a cara la peor confirmación que podemos tener. Vamos a desaparecer. Tanto individual como colectivamente vamos a extinguirnos y eso es algo que nadie ignora, pero nos esforzamos por espantar esa reflexión de nuestras alegres cabecitas esponjosas. El mecanismo con el que desplazamos esta preocupación imposible de evitar es fabricarnos otra preocupación, más terrenal y tal vez con una resolución cercana a nuestras posibilidades de raciocinio, con la cual desplazar a la muerte por otro miedo muy particular: miedo a no haber sido digno de vivir, de no haber exprimido nuestro tiempo. Esta sensación se complementa con la fantasía de que después de muertos (aceptando la imposibilidad de digerir el final como absoluto) algo o alguien – o nosotros mismos transformados en espectros luminosos, nubes radioactivas, rayos gamma o lo que mierda fuera que nos indique nuestra superstición -  nos efectuará un reclamo sobre el comportamiento que tuvimos sobre la Tierra. Somos geniales. Somos idiotas. ¿Cómo lidiamos con esto? Simple, sostenemos esa fantasía, le agregamos guirnaldas de colores que decoran nuestra hermosa vida y presentamos como gran piñata de la fiesta nuestra nueva y admirable misión: verificar que tenemos un objetivo o propósito, encontrarlo, cumplirlo y obtener de este modo el certificado con el que responder en tiempo y forma a aquellos reclamos del más allá, el pase que nos habilite a la “segunda vida”. Muy bien. Las segundas oportunidades existen, pero no en este caso. Todo lo anterior es completamente falso. Nada se puede evitar y cualquier construcción fantasiosa lo único que hace es profundizar nuestra irracionalidad. Y el pequeño destello de lucidez que nos queda en el forro de los pantalones, es abrumadoramente cierto y paradojal: para ganarse el cielo lo que tenemos que hacer es comprender que no existe. Incluyamos además otro importante factor de peso que nos condiciona a medida que recorremos el trayecto hacia el final: la inevitable sensación de angustia y vacío que nos atropella a cada paso que damos para completar nuestra “misión”. El esfuerzo que nos exige el conocimiento se convierte rápidamente en dolor. Y más dolor aun nos provocan los pequeños saberes que vamos adquiriendo. Con cada peldaño que subimos nos sentimos más pesados, más incómodos, y nos preguntamos todo el tiempo si vale la pena insistir. Caer es fácil. Subir es una cuestión de voluntad. Una rebelión. Un alzamiento contra la adormidera que nos rodea y domina. Pensemos mientras podamos.

 

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