Revista Talentos

Disgresiones personales

Publicado el 27 junio 2015 por Isabel Topham
Nunca he llegado a entender por qué siempre asociamos la tristeza con llorar, ni por tanto por qué hacemos que signifiquen lo mismo. La tristeza es un estado, en el que puedes permanecer toda tu vida. Sin embargo, llorar tan sólo es un momento, un pésame, un desánimo. Puedes llorar por muchos motivos, al igual que estar triste, sí. Pero, el hecho de estar triste no te implica no sonreír a veces. Y viceversa, también. Puedes ser feliz pero no estar contento en un momento determinado. Puedes, incluso, estar decaído, triste, desolado, y ser feliz. No tienen nada que ver el uno con el otro, no entiendo por qué los tratamos como si fuesen de la mano, cuando en verdad son conceptos independientes.
Al igual que ocurre con el miedo y el dolor; que, por no sentir dolor nos olvidamos completamente de que éste sólo dura unos segundos y, optamos por el miedo, el cual nos puede durar toda una vida. Y pueden que ambos sean sentimientos, sí. Pero, mejor elegir sentir dolor que sentir miedo. El dolor siempre desaparece, e incluso podemos intuir cuándo; pero, el miedo no siempre. Uno más intenso y otro más profundo, pero igual de dolientes. Uno a largo y otro a corto plazo.
Llorar es llover. Llorar es ver llover, ver caer gotas del cielo y de tus ojos, cabeza, hipocresía y falsedad. Amor, odio u cualquier otro sentimiento percibido en este preciso instante. Pero, llorar no sólo se traduce en gotas de agua y dolor, también en cualquier excusa que nos pongamos a la hora de querer hacer algo y sentirnos impotentes por no vernos capacitados para ello. Y de la impotencia. Puede que sea rara, o esté loca, pero cada gota de agua se asemeja a una persona y la diferencia que las une es el único parecido que hay entre ambas (la gota y dicha persona): que somos esclavos de nuestra propia sed. Cuánto más vemos llover, más concentrados estamos en la lluvia. Cuánto más lloremos, más dolor sentimos y, por lo tanto, más lloraremos.
Para terminar esta breve reflexión sobre la lluvia y los estados de ánimos, me gustaría hacerlo por medio de una pequeña metáfora; y es que, hay personas de todo tipo: Algunos no cierran nunca el paraguas para prevenir el momento de la lluvia y, por miedo a notarla en sus cabeza y a encrespar sus cabellos. Otros viven con la lengua fuera. A otros, simplemente, les guste ver llover. E incluso, llegan a disfrutar de esa costumbre que tienen como hobbies. Es decir, la tristeza es un estado que ni tú mismo sabes cómo almacenarlo, ni dónde ni incluso elegir bien el momento para estar triste. Ella, nace y muere en ti, y no tiene por qué hacerlo contigo.
Y ahí se queda todo.

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