Originalmente publicado en El Perro:
by Matteo Pantano
Siete de la mañana. La persiana metálica se levanta al activar la pesada cadena que encalla las manos de Julia. La penumbra de la mañana fría de invierno entra por los vidrios sucios y se reflejan en el pesado mostrador descascarado.
Sobre éste, el diario de hoy, vociferando a los cuatro vientos la realidad circundante en el pueblo. Los primeros clientes del kiosco son albañiles y otros obreros, que llegan en busca de cigarrillos que les permita obtener el humo necesario para arrancar la jornada.
Julia los atiende, inexpresiva, detrás de su pullover gris y estirado. El lugar no es muy amplio, y los rincones están cargados de telas de araña y humedad. Sobre un lateral, una estantería metálica hace de mecedora para juguetes descoloridos y sin vida. Del cielorraso pende un fluorescente incandescente y molesto. La jornada transcurrirá igual que todas las otras anteriores, y que…
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