Siento que ya no te conozco, te miro a los ojos y tan solo veo vacío después de todo por lo que hemos pasado, eres como una desconocida para mí que vive en la misma casa. Recuerdo cómo eran antes las cosas y mis ojos se llenan de lágrimas al instante, estábamos tan unidos que no queríamos separarnos por nada del mundo, la distancia nos podía pero ahora todo ha cambiado, ¿verdad? Mírame a los ojos y dímelo, infórmame de cómo va nuestra relación porque realmente, estoy bastante perdido. Te he visto ahí sentada, desayunando unas tostadas y un café recién hecho, ni siquiera has pensado que quizá a mí también me apetecía y no se te ha ocurrido hacérmelo a mí tal y como hacías antaño, te he visto cepillarte el pelo pero no he querido entrar para no molestarte, tus ojos castaños me dicen mucho más de lo que lo hacen tus labios.
Recuerdos florecen en mi mente constantemente, mientras me servía el café que había tenido que hacer de nuevo, dado que Rachel no había estado dispuesta a hacerlo. Se me cayó la taza al suelo, llevaba varios días que no estaba atento, estaba confuso y se me iba la mente a otras cosas, la infelicidad era parte de mi vida, mi pesar aumentaba cada día y mucho más cuando estaba a su lado, no podía dejar de mirarla, recordaba aquellas sonrisas que no dejaba de enviarme cuando hacía tonterías tan solo para ella, cuando sus labios rozaban los míos era como si no existiera nada más a nuestra alrededor, tan solo nuestras almas fundiéndose y desnudándose como si flotáramos. Rachel dio un salto dado que era muy asustadiza, se quedó mirándome mientras apartaba su cabello castaño y liso de la cara, nos quedamos ambos embobados como si no supiéramos qué decir, como completos desconocidos que acaban de conocerse.
- Siento haberte asustado, es que... - me disculpé de lo más incómodo -.- No importa, tranquilo - dijo en voz baja, estaba afónica dada su alergia a los ácaros. Se volvió hacia la hoja de periódico que tenía delante, justo al lado de su café, digamos que hacía dos cosas a la vez de buena mañana -.- ¿Quieres más café? ¿O tostadas? - volvió a dirigir aquellos ojos grandes y casi perfectos hacia mí, extrañada de haber dicho más de una palabra en toda la mañana pero lo hacía como último recurso, ella lo sabía muy bien -.- No, gracias. Tengo suficiente - sonaba todo tan formal que daba hasta miedo, no sabía cómo reaccionar a aquellas respuestas tan secas y frías, aunque su mirada era bastante cálida -.- ¿Qué lees? - una sonrisa incómoda mostró sus dientes blanquecinos -.- Las noticias. Demasiado horribles de buena mañana, ¿no crees? - tiró el periódico al suelo y siguió con su café, indiferente. Era muy libre y simple, jamás le gustaron las malas noticias - Tengo que irme.No quería decir nada, ni sentir nada pero era imposible porque lo sentía todo otra vez sin la opción de reprimirme, era demasiado para mi corazón roto. Siempre nos quisimos, no podía ser que la magia hubiera desaparecido tras diez años de relación, no me creía que fuéramos como extraños, que la oscuridad hubiera entrado por la puerta principal y nos hubiera distanciado tanto como le fue posible. Llevábamos así más o menos un par de años y ya estaba cansado de ello, quería probar otra cosa, quería hacerla sentir algo de lo que antes tuvimos, quería que me sintiera como lo hacía antaño, que nos amáramos como lo hacíamos antes, de una forma más incondicional que nunca, así que, cuando iba a irse la cogí del brazo delicadamente para frenarla, me levanté despacio, la acerqué a mí y la besé de la forma más sincera y tierna que pude, quería transmitirle ese dolor que sentía dentro de mí por vernos así. Pareció que surtió efecto, dado que me devolvió el beso de forma desesperada, con miedo de ver que nuestra relación se consumía día tras día.Cuando distanciamos nuestros labios, nos miramos. Mis ojos verdosos se quedaron perplejos con esa mirada intensa y penetrante que transformaría la tristeza en alegría, en esos labios gruesos que siempre los pintaba de un rojo suave, totalmente cautivantes... y ese cuerpo de infarto que no dejaba de desear besar como si fuera a morirme ahora mismo. Podía verlo en ella, podía ver cómo cambiaba su semblante a confusión, luego tristeza e incomodidad, estaba cantado que no sabía cómo reaccionar ante esa situación desesperada que se le había presentado de repente dado que durante todo ese tiempo todas las muestras de afecto habían desaparecido, ésta era la primera vez en mucho tiempo que nos volvíamos a dar un beso de aquella manera.- Nos vemos cuando vuelva del trabajo - ahora sonrió de forma sincera. Necesitaba ese beso para darle una oportunidad a nuestra relación. Seguía susurrando dado que su tristeza salía desde dentro hacia fuera de aquella manera, se pasaba las noches llorando y la garganta ya no la dejaba hacerlo más dándole esos síntomas -.- Claro... - la seguí mirando conforme se iba por la puerta. Sonreí como si hubiera sido la primera vez que la había besado -.Seguramente os preguntaréis por qué dos personas que se querían tanto habían pasado a no hablarse, mostrarse afecto o el simple hecho de sonreír de una forma tierna y sincera al otro. Pues veréis, hace un par de años discutíamos por todo, nos molestaba todo del otro, era imposible vivir juntos porque teníamos ganas de tirararnos de casa mutuamente, dejamos de soportarnos, e incluso, no soportábamos hablar, nos irritaban las palabras que decía el otro. Terminamos por dejar de hablarnos al principio y empezó a ser una costumbre aprendida, algo que hacíamos porque llegamos a tenernos miedo después de haber estado durante más de siete años deseando vivir juntos y hacer nuestro nidito de amor o como cojones se llame pero no contamos con que la convivencia es mucho más difícil de lo que pensábamos y que necesitábamos respetarnos mutuamente para poder hacerla efectiva y llevadera. No supimos cómo sobrellevar todo ésto y pasó todo lo que he contado anteriormente, así que, digamos que las cosas se torcieron más de lo que esperamos, nada es una fantasía ni todo es paz y amor como cuentan en las películas, todo eso son mentiras.Trato de recuperar lo perdido, esas conversaciones amenas antes de dormirnos, esas sonrisas después de unos largos y bonitos besos, esos paseos por la orilla del mar que nos mostraban lo bonito que era estar juntos, las palabras de afecto que nos decíamos, las miradas penetrantes en las que no hacía falta decir nada más, las caricias que formaban parte de esas noches mágicas en las que hacíamos el amor tan delicadamente que hacíamos que el resto del mundo dejara de existir. Fueron buenos momentos y pretendo recuperarlos, quiero que vuelvan a ser nuestros y que por fin las historias terminen en un "nosotros". No sabía si todo ésto crearía frutos, pero todo fue confirmado al entrar Rachel por la puerta del despacho donde me dedicaba totalmente a mis novelas, a aquellas en las que dedicaba cada palabra a ella, a aquel que pensé que era el amor de mi vida.- He terminado antes. He pensado que podríamos irnos a almorzar, si puedes... - miró nerviosa la mesa repleta de tachaduras, borradores y papeles varios que servían y no, palabras sueltas y mucho más. Era como si acabáramos de conocernos, era una sensación extraña -.
- Cla... claro que sí - le dije, realmente excitado, no esperaba ninguna reacción de ella. Fue una grata sorpresa, así que, recogí todo lo que tenía por delante, lo guardé en el escritorio y salí corriendo junto a ella de mi lugar de trabajo - ¿Dónde te apetece ir?
- ¿Doweens? - era un lugar increíble al que solíamos ir a almorzar unas madalenas dulces y chocolateadas que la volvían francamente loca. Todo ésto era como un verdadero "deja vú" -.
Nos sentamos en aquel lugar al que hacía tiempo al que no entrábamos. Habían pasado muchas cosas desde que dejamos de hablarnos pero estaba decidido para volver a empezar con ella, aunque parecía que me estaba ocultando algo, estaba algo indecisa por alguna extraña razón, aunque no quería pensar en ello intentando disfrutar de los momentos que estaba pasando con ella, quería que siguieran siendo mágicos exactamente como lo fueron antes.
- ¿Te acuerdas cuando vinimos aquí después de conocernos? - ella asintió mirándome con sus ojos algo empañados. No sabía qué la estaba atormentando pero pretendía no destrozar el momento - Fue algo especial, de hecho, ahí es donde supe que eras el amor de mi vida.
- Oh... - sus ojos se pusieron como platos y no pudo evitar llorar como una niña pequeña, parecía que había hecho algo que no podía soportar o, como mucho, sabía que me había hecho daño por alguna cosa -.
- ¿Qué ocurre? ¿He dicho algo que te haya ofendido? - le pregunté, algo mucho más preocupado, no pretendía hacerle llorar por lo que dije -.
- No es por ti, perdona - empezó a limpiarse la cara rápidamente - Lo siento, ya paro.
- No te preocupes - respondí, entregándole varios pañuelos para que pudiera limpiarse mejor - Puedes contarme qué ocurre, no pasa nada.
- En realidad, no he sido del todo franca contigo - no sabía por qué, pero presentía que la noticia no iba a ser buena - He conocido a alguien hace un año dado que nuestra relación se trabó tanto que no sabía cómo describirla y...
- No sé qué decir - miré rápidamente a ambos lados. Me sentí culpable al instante dado que sentí como si la hubiese ignorado y por ese hecho fue a los brazos de otro - ¿Le conozco?
- No - respondió con voz tímida y baja - No pretendía que ocurriera, de verdad...
- Tranquila, no te preocupes - respondí, levantándome de la mesa al instante. Ya no sabía exactamente qué hacer después de aquella mala noticia - Tengo... tengo que terminar unos capítulos para mañana y... emmm, sí. Nos vemos luego - le di un beso rápido en la frente y salí de allí por patas sin esperar respuesta alguna -.
Me sentí muy ofendido, por supuesto, pero no dejaba de pensar que la empujé a ello, que la puse en manos de otra persona que le daba mucho más de lo que le había dado yo con anterioridad, e incluso, últimamente llegó a ser nada. No sabía quién era aquel joven, ni siquiera quería saberlo pero todo aquello no dejó de darme vueltas el asunto, no podía respirar y necesitaba hablarlo con ella.
No sabía con exactitud cómo abordar la situación, pero permanecía sentado en el sofá del salón esperándola algo triste y desesperado, quería tomar una decisión y arreglar las cosas de la mejor manera posible. Entró arrepentida, tenía la cabeza gacha y seguía llorando, así que, tuve la necesidad de abrazarla tan pronto como pude. Su abrazo fue fuerte e intenso, no sabía cómo expresar lo que sentía y parecía que se ahogaba entre sus lágrimas, e incluso, por lo que había hecho, así que, en ese momento, tomé la difícil decisión porque quería que, al menos ella, fuera feliz ante todo.
- Voy a olvidar todo ésto, ¿de acuerdo? - sus ojos redondos y grandes me observaron con curiosidad. Al menos, dejó de llorar - Vas a ser feliz con ese chico y me quito de en medio. Podemos quedar cuando quieras y bueno, estaré aquí para lo que necesites. Puedes quedarte el piso, mañana empezaré a buscar otro en el que vivir mientras encuentro algo mejor.
- No tienes por qué...
- Sí tengo por qué, hemos compartido muchas cosas y no puedo verte así - le respondí, armándome de valor porque, en cierto modo, también me sentía responsable de ello en cierta manera aunque ella hubiera hecho el acto en sí de serme infiel cuando no teníamos ningún tipo de contacto, no podría esperar tampoco que esperara algo más de mi parte después de todo - Lo único que me importa es que seas feliz, ¿vale?
La besé como nunca antes lo hice como despedida, sentí cada pedacito de sus labios, quizá por el hecho de que no volvería a besarlos más. Ella me correspondió sin duda alguna, realmente apasionante y tierno, con el pacto posterior de que nada de ésto había ocurrido para que no tuviera ningún problema con el otro joven con el que empezó una relación aparentemente fiable y sincera. Quería facilitarle la vida a Rachel, siempre la había querido y ésta era la forma de demostrárselo.
Intenté empezar una nueva vida pero no fue nada fácil. Me sentía totalmente responsable de ello, la echaba de menos y tuve varios impulsos de volver a la casa donde ambos vivíamos juntos para pedirle que dejara a aquel joven y que volviera conmigo, pero me frené a mí mismo recordando lo que me llevó a respetar aquello que hiciera y deseando que fuera totalmente feliz sin mí. Lo que me quedó de todo ello fueron los recuerdos de ambos, los momentos inolvidables y las palabras de sinceridad y ternura, además de la forma en la que nos mirábamos. Jamás pude olvidar todo lo que compartí con ella, todo lo que nos dijimos y lo que nos amamos, nada sería igual sin ella y sin sus caricias y besos, la magia dejó de existir en mi vida...