No existe nada, como la identidad abolida.
Reconocerse en carteles que,
después de ayer,
son sólo abadía:
la deconstrucción, la distopía.
No existe nada como ver, un dia
-velo que se corre, nuevo telón que se da-,
la absurda idiotez
de nuestro poder analítico;
del componer estamentos,
ridículos,
y marcharle una plegaria
a la razón.
Ausente: pasión.
No existe nada como no hacer nada,
y andarse, con las manos arriba,
los hombros al son,
respondiendo -ya no a quién-
sólo al viento,
¿y ahora qué?
No existe nada, como reconocer,
que entre la teoría y la realidad,
surca un niño, un niño anciano,
de rojos ojos y estrás,
que se llama vida:
Vida Real.