La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza.
Bueno, este es un tema que me gusta. En serio, me encanta.
Hablamos de mundos perfectos, o que, al menos, lo parecen… Estas palabras del principio pertenecen al universo orwelliano (digamos que la obra ha superado a su autor), a ese hipotético ‘futuro’ de 1984. La distopía tuvo su esplendor en el siglo XX. Todas esas guerras, esos cambios, inventos, crisis y demás idiosincrasia única de esta pasada centuria crearon un caldo de cultivo perfecto para que surgieran las voces de alarma.Mentes brillantes que decían “¡Eh, cuidado, mirad cómo vamos a acabar de seguir por este camino!” Y así, tenemos 1984, Un mundo feliz, Fahrenheit 451 o La naranja mecánica dentro de la literatura; Metropolis, Blade Runner, Gattaca, Brazil o V de Vendetta en la gran pantalla… Ciertamente, un mundo (o más bien varios mundos) fascinante. Y sin embargo, no dejan de ser irónicas todas estas obras. Es paradójico que plasmemos nuestras preocupaciones de hoy en un futuro (además lejano, generalmente). En vez de hacer una crítica del presente y desde el presente, preferimos evadirnos para hablar -más objetivamente quizás- de la realidad, dando un rodeo que en principio puede parecer inútil. Puede que sea esta la forma más efectiva de hacerlo, la manera de calar más hondo en el lector/espectador, de hacer que algo se remueva en su interior por un momento y sienta miedo incluso de lo que está por venir. Quizás así se apresure por evitar que eso suceda, de la única manera que puede: desde el presente. Sí, quizás.