Los aficionados al tenis ayer pudimos disfrutar de una de la mejores finales de pista dura de los últimos tiempos.
Novak Djokovic, mejor jugador en lo que va de año se enfrentaba a Rafael Nadal, número uno de la South African Airways ATP Ranking en la final del Sony Ericsson Miami. El resultado, 4-6, 6-3 y 7-6 (4) en tres horas y veinte minutos.
No cabe duda de que en estos momentos Djokovic está desarrollando un juego imbatible, tanto a nivel físico como de toque, como de motivación.
Nadal aprendió la lección de su última derrota ante el tenista balcánico en Indians Wells y jugó con mucha estrategia, a lo que de hecho nos tiene bastante acostrumbrados. Comenzó a tirar bolas muy liftadas una y otra vez manteniendo al Novak al fondo de la pista y con pocas opciones de ejecutar sus golpes más planos y definitorios. Así Nadal se llevó el primer set.
En el siguiente set, Nadal acusó el esfuerzo acumulado, el calor y la humedad en la pista y no tiraba bolas para arriba con tanta produndidad. Era el momento de Djokovic para empezar a hacer gala de ese juego que le ha llevado a ganar todos los partidos jugados hasta ahora este año.
El tercer set fue una lucha de titanes. Nadal con el impagable apoyo de su tío que le recordaba incluso cuándo tenía que cambiar de raqueta (que lo hace cada 8 juegos o cada vez que cambian de bolas) fue el aliento que le faltó en ciertos momentos, ante el calor abrasador y el genial juego de Djokovic.
Ambos estuvieron un poco nerviosos en momentos decisivos en que podían haber hecho el break y así la igualdad se mantuvo hasta el tie-break en que la superioridad de Djokovic se hizo más notoria.
Nadal hizo gala de su capacidad de lucha y estrategia en los momentos más difíciles y así demostró por qué es el número uno, pero cuando un jugador, tiene el toque dulce, como se dice en el argot tenístico, vamos, que llega a todo y ejecuta los golpes perfectos desde cualquier punto de la pista y encima se siente con la confianza para hacer golpes que hasta ahora nunca había hecho. Es casi , casi, casi imposible ganarle la partida.
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