Se hace difícil empezar a escribir esto sin utilizar varios calificativos que reflejen el revuelto de estómago que producen ciertas acciones. No soy persona que pierde la compostura con facilidad, pero no puedo evitar que ciertas circunstancias totalmente desproporcionadas me lleven elevar la voz un poco más alto, y no precisamente con gritos o improperios.
Es terrible, ruin y despreciable lo que algunos energúmenos, amparados en el anonimato que otorga una pantalla, lleven a cabo «campañas» en las que solo se persigue hacer daño a escritores que publican sus obras llenos de ilusión y con la esperanza de llegar a más lectores. Y hete aquí el problema para esos individuos. Parece ser que no sienta bien que el que verdaderamente consigue crear una buena historia sea felicitado y obtenga por ello los laureles que merece, pero ¿dónde reside el problema?
Damos por supuesto también que cada persona tiene derecho a expresar su opinión sobre lo que ha leído, pero a lo que no tiene derecho es a hablar sin mantener el respeto y la educación. Siempre hay opciones para expresarse de una manera más correcta, pero claro, el problema surge cuando no se tiene una mínima base educacional para saber cómo hacerlo. Cuando llevados por un falso fanatismo empiezan a despotricar sin ningún orden y concierto y se quedan sin palabras en las que apoyarse para sustentar sus opiniones tan chabacanas como creíbles, lo que los deja en el margen del que no debieron salir. Y ahí es donde nos deberíamos dar cuenta que no merecen nuestra atención.
El por qué surge esta nueva ola de destrucción es algo que no consigo entender, mi tiempo es muy valioso y no lo pierdo en leer críticas, yo tengo mi propio criterio y juzgo por lo que yo leo, no con base a lo que me dicen los demás. Tal vez no me guste al final, o tal vez me produzca una grata sensación, dependerá de mí, no de otros factores externos. Si una novela no me gusta por los motivos que sean, pasaré de perder más tiempo con ella. Todo esta situación me lleva a pensar que el tiempo de ocio no le sienta bien a todo el mundo y quizás sea el momento oportuno de buscarse otra ocupación.
Leí por ahí que incluso esta chusma llega a amenazar a las editoriales con «no reseñar las obras que publican», ¿en serio piensan que les importa que no lo hagan? Oye, pues mejor que se abstengan porque ya se sabe cuál va a ser la crítica que harán.
La solución a todo esto pasa por el ostracismo. Dejar de hacer caso, omitir que algo así está a disposición de cualquiera e ignorar, que es lo que más duele. De lo contrario solo se obtiene crear una polémica absurda que no conduce a ninguna parte, sino a una carcajada maquiavélica del que ha conseguido su propósito.