Revista Literatura

Dolor

Publicado el 28 mayo 2020 por Netomancia @netomancia

El dolor de cabeza le pide que lo alimente. Primero con analgésicos, luego con algo más fuerte. Prueba unos ansiolíticos, pero el dolor se ríe a carcajadas. Se mofa del débil intento por derrotarlo.

Aborda la heladera, cuál pirata en atraco. Da cuenta de las seis cervezas que tenía reservadas para el fin de semana, luego de una botella de tinto que estaba por la mitad.

Se tambalea de la misma manera que el pirata en la proa del galeón asaltado. En la alacena hay un ron. En la biblioteca, detrás de un par de libros de Stephen King una botella de whisky. Las vacía en su boca. El calor le calcina el estómago, que devuelve bocanadas de fuego. Pero el dolor sigue allí, doblándose de la risa.

Para entonces, entre el mareo y el dolor insoportable, no ve. No distingue siluetas ni diferencia superficies. Primero bebe el detergente, luego la botella de lavandina. Va por la mitad del amoníaco cuando ya no siente el dolor... aunque a ciencia cierta, ya tampoco siente, ni sentirá, ninguna otra cosa.


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