Revista Literatura
El domingo, ese supuesto día de ocio total, de resaca, de aburrimiento, se ha convertido en la jornada de la ira por méritos propios. Quizá es la digestión a todo el exceso informativo de la semana. Sobrevolar un resumen. O incendiarse la cabeza porque sí, por vicio.
Lo primero que he pensado al despertar es en cifras. Cinco años, con todos sus días, me ha costado cotizar un año -360 días- en el sistema oficial. Está obsoleto el conteo por días, cuando los contratos son todos por horas. Cinco años. Para tener derecho a algo. El resto del tiempo, vivir del aire cada mes e intentar dejarse las venas largas.
Podría despotricar muchas líneas, doscientos millones de líneas, sobre circunstancias diversas y ejemplos de fallos sistémicos; pero no hace falta tanto, es sencillo: sí, viviré muchísimo peor que mis padres, sí, hasta me he quedado ya sin jubilación. Matemáticas puras, los números no cuadran para conseguir cotizar el tiempo necesario, ni aunque me contrataran (o me autoempleara) mañana mismo. A tomar por saco y guardar céntimos bajo el colchón o un plan de pensiones privado. Todavía no he podido desarrollarme en una profesión y ya tengo que calcular la jubilación que no tendré dentro del sistema.
Lo siguiente que he deglutido es esta gran semana noticiera. En una época donde la información se sale por los poros, es una pesadilla cuando se trata de noticias trascendentales, gordas, de esas grandes que van a salir en los libros de Historia, como la abdicación del Rey en curso de este Reino de la Pandereta.
Dos realidades antagónicas han coexistido (y seguirán tiempo) esta semana. Para unos, prácticamente la República 3ª edición era un hecho al día siguiente, o bien la convocatoria de elecciones este domingo para decidir sobre el futuro Felipe VI. Sobredosis en las redes sociales de un clima de exaltación pero en la calle también. Y ya no sólo manifetaciónes, es la primera vez que veo balcones llenos de banderas (con una orgullosa franja morada) sin que tenga nada que ver con fútbol.
Sin embargo, desde los medios oficiales todo ha ido perfecto, fácil y sencillo, con un aplastante discurso único. Dejé puesta las noticias de televisión mientras hacía otras cosas y la estabilidad es evidente: Felipe VI está más que preparado y además, también tenemos una estupenda futura reina Leonor. La noticia ya no es que abdique, sino que nos presentan al siguiente rey y al siguiente del siguiente (reina). Hasta la prensa internacional, con sus enviados especiales, comentaba eso pero también otras cosas.
Pero aún más espeluznante, la censura de la portada de El Jueves por parte de su editorial accionista RBA, qué cruda está la profesión, que dicen que sí, pero no, pero sí, dentro dibujad los chistes que queráis sobre la Corona pero en la portada no. Que queda mal a nuestros intereses de congraciarnos con el futuro.
Espeluznante porque no les importan los lectores ni la opinión pública, sólo estar a bien con lo alto; todo es política, todo es dinero, todo es poder. Hay chistes gráficos más lacerantes, soeces y directos que esa portada, vistos en foros variados (ese nuevo concepto abstracto de "redes") donde habita la gran masa corriente, el ciudadano medio. Todas esas señoras, todos esos señores de su casa, activistas de absolutamente nada, con una cultura media tirando a baja, de los que consumen libros de Belén Esteban o Mario Vaquerizo porque los ven en tv, que también votan por razones espúreas (como un candidato que de bien en cámara) antes que por conocimiento político. Todos esos han visto y compartido chistes casi rozando la injuria. Censurados todos. ¿A la cárcel?
Hola, Leonor I.