Revista Diario

Domingo de náuseas (II)

Publicado el 08 septiembre 2011 por Francissco

Chicas en casa. [Años idiotas. El final].Domingo de nauseas (2)

-”Ja, ja, se ha puesto blanco. Frankiii, para si te encuentras mal pero no nos mates, anda”.  Yo me notaba toda la cena de la noche anterior agolpada y haciendo presión para salir.  Si no encontraba pronto algún apeadero y vomitaba, la cosa podía ser terrible…Pero menos mal que apareció una gasolinera, uuf.

Entré en la misma pegando algún que otro bandazo y me arrimé a un margen. Abrí la puerta sin apagar el motor siquiera y me lancé hacia una farola con agonía. Apoyé la mano en ella y…aaah, al fin la liberación, de la cual evitaré dar detalles, tranquilos. Cuando me limpiaba con un pañuelo y me dirigía otra vez al coche, escuché que me decían: -”Noo, hay un lavabo al lado, pasa antes y límpiate bien la cara, porfa “

Bueeno, le haremos caso, pensé. Todo sea por el amor. En fin, después de lavarme salí de nuevo a la carretera. Por el carril contrario venía bastante tráfico, el típico de los domingos. Familias con críos, gente con bicicletas  y ciudadanos que habían pasado la noche durmiendo en casa y evitando las drogas. Yo me puse las gafas de sol y reparé en que mis dos acompañantes habían hecho lo propio, quedándoseles  el rostro sin expresión. Esto último me desasosegaba un tanto.

Porque resulta que habíamos vivido juntos un sábado noche de auténtico infarto, caray. Y Angie -y también Mila- habían pasado de estar solícitas y cariñosas a sumirse en una especie de autismo camuflado de sueño, parapetándose tras sus Rayban. Angie había cerrado los muslos y se había arreglado la faldita,  cruzándose de brazos y rechazándo, con esta maniobra, la mano que yo le había puesto encima, ah…

La posterior llegada a la ciudad las activó como un resorte y se espabilaron casi a la vez, aunque Mila tan solo para cambiar la cabeza de ventanilla. Angie me hizo entrar por cierta calle: -”Voy a ponerme mi ropa “normal”. La tiene Elena en su casa. Iba a venir pero se encontraba mal, ya sabes”.  Salió escopetada hacia un patio y se puso a aporrear un timbre con saña. Como nadie respondía empezó a dar paseítos nerviosos por el portal. Una señora que salía la miró con cierto susto y mi amiguita lo aumentó más todavía, al meterse dentro nada más abrir la mujer.

Lo siguiente que vió la señora fue mi rostro (pelos salvajes y gafas de sol) y a Mila, dormidita y apoyando en la ventanilla sus cabellos vampirescos a lo Siouxie. Percibí por el retrovisor como componía un gesto de cierto horror, seguramente el mismo que cuando llamaba a las fuerzas del orden. Y también descubrí algo surrealista, cielos. Era una especie de ramita que salía por detrás, por la puerta del maletero ¿Qué demonios era? ¿Acaso lo había llevado toda la noche sin saberlo?

Cuando abrí el maletero y ví lo que había me quedé estupefacto: allí dentro se hallaba una especie de armazón de cartón, dividido en una cuadrícula, de la que salían ramitas ¿Que coño eran? ¿Planteles? ¿Y quien lo había metido en mi coche? (1)

Agarré aquello y lo tiré a un contenedor que había al lado, dejando tierra por la acera. Interrumpiendo mi confusión, Angie salió velozmente del patio (se movía siempre muy rápido, no sé…) y se puso a gritar: -”¡Pedazo de cabrona, quedamos en que esperarías a que yo volviera para coger mi ropa, jodeer…y ahora qué…! . Miraba hacia arriba, atrayendo la atención de los viandantes, muy puesta en su nueva faceta de verdulera matinal. Fue en ese momento cuando algo me hizo “click” respecto a ella. Levantándola casi en vilo la metí dentro del coche apreciando -dicho sea de paso- lo durita y maciza que estaba. Era grande y pesaba, cielos, uuf.

Aún no comprendo exactamente porqué hice eso. Quizá porque ya estaba un poquito harto de que me llevara de aquí para allá a cada momento. Como ella, al parecer, no se esperaba esta reacción mía, se dejó meter en su asiento como si no tuviera voluntad. -”Aquí no me montes el pollo, cariño, que algunos me conocen”. Y diciéndole esto -y no reconociéndome a mí mismo- arranqué de allí, porque era cierto que me conocían por aquella zona y noté que alguno que otro salía a la ventana.

-”La madre que la parió…”  seguía quejándose, no obstante.
-”Vente a mi casa, duermes algo y luego vuelves a ver, anda”
intervino Mila, con voz estropajosa, a aquellas alturas. A mí me dirigió una mirada rápida y desconcertada, como si de pronto fuera un desconocido para ella.

Y pronto nos encontramos en la calle donde Mila me señaló que vivía. Yo notaba una sensación de pérdida y de fatalidad cada vez que miraba a Angie, la Chica Dinamita. Tenía en su rostro una expresión bastante dura que me intimidaba, al tiempo que se abstraía en una uña rota. Pensé que de haberse resistido no habría podido con ella pero -quizás por la sorpresa-  se sometió mansamente.

Salieron las dos y hablaron algo. Mi marido está en casa decía Mila, mientras me miraba fugaz. “y está, ya sabes…” y aquí dejó caer una risilla haciendo con las manos el gesto de un nudo. Y en ese momento, Angie se rió. Se reía bastante fuerte y el ceño fruncido desaparecía. No me lo esperaba. Se dirigió a mí y me dijo: -“Estoy muerta, nano. Besitos. A la tarde/noche estarémos en el Babia…” Y me besó, se giró rápido (eso siempre) y se fue con Mila…

Y yo me puse a buscar unas putas llaves dentro del coche…y a pensar en amigos abandonados…

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(1)  Mi padre lo había metido el día anterior por la tarde (eran tomateras) y se olvidó de decírmelo. Su coche estaba en el taller y agarró el mío. El pensaba coger mi coche el domingo por la mañana y llevar el plantel al chalet. Ofuscado yo por la falta de sueño ni se me ocurrió.

Banda sonora: Serious -UV pop

Gracias por la paciencia y el interés. Saludos con resaca.


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