Hay personas que dan ¨buen rollo¨. Son los donantes de energía. Da gusto estar con ellos; todo está bien, siempre tienen algo bueno que contar. Trasmiten buenas sensaciones, están alegres pero no eufóricos, a veces aportan tranquilidad y normalmente saben escuchar. Procuro compartir con ellos todo lo que puedo, y trato de parecerme cada día un poco más. También están ¨los tristes¨. Lo siento por ellos pero... tengo que reconocer que, a veces, cuando veo a alguno, intento evitar el encuentro y alguna vez hasta cruzo de acera. Ya sabes lo que te van a contar. Y si no lo sabes, te lo imaginas. Todos conocemos a alguno. Y lo peor es que nunca dejarán de serlo, salvo que tomen medidas drásticas, porque se recrean en su tristeza. El día que les pasa algo bueno, no son capaces de verlo. Porque siempre ven el vaso medio vacío y no hay forma de hacerles cambiar de opinión. También están ¨los cansinos¨. Son los que te quieren contar todo en quince minutos. Y te dan tantos detalles que tu mente es incapaz de procesarlos. Eso, en el caso poco probable de que te interesen. Además, por regla general, tienden a contar lo mismo cincuenta veces.
Antes tenía más paciencia con los ¨tristes¨, los ¨cansinos¨ y los ¨vampiros¨. Pero desde hace algún tiempo procuro, en la medida de lo posible, pasar mi tiempo con las personas que me aportan algo bueno, que por otra parte son muchas. Porque cada cada minuto que pasa, no vuelve más. Es como si nos los fueran descontando del crédito otorgado cuando nacemos. Y me he propuesto malgastar los menos posibles. El tiempo es muy valioso.