Le conocí en un bar, no tanto como en las películas. Fue un día de esos en los que no quieres volver a casa porque las cervezas de más te están haciendo sentir más viva que cualquier reflexión con la almohada y eso mezclado con la sonrisa de alguien que está detrás de la barra te hace sentir que te estás volviendo loca y como no sabes qué hacer, te quedas allí sentada pensando en qué cojones estás haciendo con tu vida porque ya reflexionas hasta de lo que está bien y de lo que está mal.
¿Dónde está el límite?
El corazón se mezcla con lo que sientes y se vuelve locura, si piensas y lo escribes pasa lo mismo y te llaman poeta o quizá quieren llamarte loco pero lo esconden en los dementes que perdemos el tiempo escribiendo para bañar con letras los sentimientos que se callan las miradas.
Le conocí en un bar, volvía sola por los abrazos que sentía tan solo con su presencia, me acariciaba mirándome la sonrisa y me besaba cada vez que apoyaba la cerveza fría y al cogerla rozaba su mano. Recuerdo que al llevármela a la boca se quedaba mirándome, nunca pude olvidar cada uno de los primeros tragos de esas cervezas.
Y nunca he sentido tanta tranquilidad en en el silencio.